18.9.10

Capítulo 25 del Libro de la Vida


COMENTARIOS AL LIBRO DE LA VIDA
Capítulo 25: 


Cómo discernir las palabras interiores.

 
Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.

CAPÍTULO 25


            [De nuevo introduce en el relato autobiográfico un paréntesis doctrinal. Lo motiva la "palabra interior" referida en el c. 24, 5, que resolvió su problema afectivo. Desde ella se propone explicar "las hablas místicas": en qué consisten y cómo discernirlas. La exposición se ilustra con hechos personales (nn. 7, 14‑15), y culmina en el relato de una nueva "palabra interior", decisiva: "no hayas miedo, hija, yo soy"(n. 18). ‑ Desarrollará el tema en el lugar paralelo de las Moradas VI, c. 3].  
 (sigue aquí --- en "Más información"... )

            En que trata el modo y manera cómo se entienden estas hablas que hace Dios al alma sin oírse, y de algunos engaños que puede haber en ello, y en qué se conocerá cuándo lo es. Es de mucho provecho para quien se viere en este grado de oración, porque se declara muy bien, y de harta doctrina.

            1. Paréceme será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios al alma y lo que ella siente, para que vuestra merced lo entienda [1](1). Porque desde esta vez que he dicho que el Señor me hizo esta merced [2](2), es muy ordinario hasta ahora, como se verá en lo que está por decir.

            Son unas palabras muy formadas [3](3), mas con los oídos corporales no se oyen, sino entiéndense muy más claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque cuando acá no queremos oír, podemos tapar los oídos o advertir a otra cosa, de manera que, aunque se oiga, no se entienda. En esta plática que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que, aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor verdadero de nosotros. Esto tengo muy experimentado, porque me duró casi dos años el resistir [4](4), con el gran miedo que traía, y ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecha.

            2. Yo querría declarar los engaños que puede haber aquí (aunque a quien tiene mucha experiencia paréceme será poco o ninguno, mas ha de ser mucha la experiencia) y la diferencia que hay cuando es espíritu bueno o cuando es malo, o cómo puede también ser aprensión del mismo entendimiento [5](5) -que podría acaecer- o hablar el mismo espíritu a sí mismo. Esto no sé yo si puede ser, mas aún hoy me ha parecido que sí.

            Cuando es de Dios, tengo muy probado en muchas cosas que se me decían dos o tres años antes, y todas se han cumplido, y hasta ahora ninguna ha salido mentira, y otras cosas adonde se ve claro ser espíritu de Dios, como después se dirá.

            3. Paréceme a mí que podría una persona, estando encomendando una cosa a Dios con gran afecto y aprensión, parecerle entiende alguna cosa si se hará o no, y es muy posible; aunque a quien ha entendido de estotra suerte [6](6), verá claro lo que es, porque es mucha la diferencia, y si es cosa que el entendimiento fabrica, por delgado que vaya, entiende que ordena él algo y que habla; que no es otra cosa sino ordenar uno la plática, o escuchar lo que otro le dice; y verá el entendimiento que entonces no escucha, pues que obra; y las palabras que él fabrica son como cosa sorda, fantaseada, y no con la claridad que estotras. Y aquí está en nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos; en estotro no hay términos.

            Y otra señal más que todas [7](7): que no hace operación. Porque estotra que habla el Señor es palabras y obras; y aunque las palabras no sean de devoción, sino de reprensión, a la primera disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz y regala y quieta; y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma, como con la mano se le quita, y aun mejor, que parece quiere el Señor se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras.

            4. Paréceme que hay la diferencia que si nosotros hablásemos u oyésemos, ni más ni menos. Porque lo que hablo, como he dicho [8](8), voy ordenando con el entendimiento lo que digo. Mas si me hablan, no hago más de oír sin ningún trabajo.

            Lo uno va como una cosa que no nos podemos bien determinar si es, como uno que está medio dormido; estotro es voz tan clara que no se pierde una sílaba de lo que se dice. Y acaece ser a tiempos que está el entendimiento y alma tan alborotada y distraída, que no acertaría a concertar una buena razón, y [9](9) halla guisadas grandes sentencias que le dicen, que ella, aun estando muy recogida, no pudiera alcanzar, y a la primera palabra, como digo, la mudan toda. En especial si está en arrobamiento, que las potencias están suspendidas, )cómo se entenderán cosas que no habían venido a la memoria aun antes? )Cómo vendrán entonces, que no obra casi, y la imaginación está como embobada?

            5. Entiéndase que cuando se ven visiones o se entienden estas palabras, a mi parecer, nunca es en tiempo que está unida el alma en el mismo arrobamiento; que en este tiempo -como ya dejo declarado, creo en la segunda agua- [10](10) del todo se pierden todas las potencias y a mi parecer allí ni se puede ver ni entender ni oír: está en otro poder toda, y en este tiempo, que es muy breve, no me parece la deja el Señor para nada libertad. Pasado este breve tiempo, que se queda aún en el arrobamiento el alma, es esto que digo [11](11); porque quedan las potencias de manera que, aunque no están perdidas, casi nada obran; están como absortas y no hábiles para concertar razones. Hay tantas para entender la diferencia, que si una vez se engañase, no serán muchas.

            6. Y digo que si es alma ejercitada y está sobre aviso, lo verá muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he dicho [12](12), ningún efecto hace, ni el alma lo admite (porque estotro mal que nos pese) [13](13), y no se da crédito, antes se entiende que es devanear del entendimiento, casi como no se haría caso de una persona que sabéis tiene frenesí.

            Estotro es como si lo oyésemos a una persona muy santa o letrada y de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir. Y aun es baja comparación, porque traen algunas veces una majestad consigo estas palabras, que, sin acordarnos quién las dicen [14](14), si son de reprensión hacen temblar, y si son de amor, hacen deshacerse en amar. Y son cosas, como he dicho [15](15), que estaban bien lejos de la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna manera me parece se puede entonces ignorar no ser cosa fabricada de nosotros.

            Así que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece puede haber engaño en persona ejercitada, si ella misma de advertencia no se quiere engañar.

            7. Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo que me dicen, y pensar si se me antojó (esto después de pasado, que entonces es imposible), y verlo cumplido desde a mucho tiempo [16](16); porque hace el Señor que quede en la memoria, que no se puede olvidar. Y lo que es del entendimiento [17](17) es como primer movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como obra que, aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo que se pierda la memoria de que, en fin, se dijo, salvo si no ha mucho tiempo o son palabras de favor o doctrina; mas de profecía no hay olvidarse, a mi parecer, al menos a mí, aunque tengo poca memoria.

            8. Y torno a decir que me parece [18](18) si un alma no fuese tan desalmada que lo quiera fingir (que sería harto mal) y decir que lo entiende no siendo así; mas dejar de ver claro que ella lo ordena y lo parla entre sí, paréceme no lleva camino, si ha entendido el espíritu de Dios, que si no, toda su vida podrá estarse en ese engaño y parecerle que entiende, aunque yo no sé cómo. O esta alma lo quiere entender, o no: si se está deshaciendo de lo que entiende y en ninguna manera querría entender nada por mil temores y otras muchas causas que hay para tener deseo de estar quieta en su oración sin estas cosas, )cómo da tanto espacio al entendimiento que ordene razones? Tiempo es menester para esto. Acá [19](19) sin perder ninguno, quedamos enseñadas y se entienden cosas que parece era menester un mes para ordenarlas, y el mismo entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se entienden.

            9. Esto es así, y quien tuviere experiencia verá que es al pie de la letra todo lo que he dicho. Alabo a Dios porque lo he sabido así decir. Y acabo con que me parece, siendo del entendimiento [20](20), cuando lo quisiésemos lo podríamos entender, y cada vez que tenemos oración nos podría parecer entendemos. Mas en estotro no es así, sino que estaré muchos días que aunque quiera entender algo es imposible, y cuando otras veces no quiero, como he dicho [21](21), lo tengo de entender.

            Paréceme que quien quisiese engañar a los otros, diciendo que entiende de Dios lo que es de sí, que poco le cuesta decir que lo oye con los oídos corporales; y es así cierto con verdad, que jamás pensé había otra manera de oír ni entender hasta que lo vi por mí; y así, como he dicho, me cuesta harto trabajo [22](22).

            10. Cuando es demonio [23](23), no sólo no deja buenos efectos, mas déjalos malos. Esto me ha acaecido no más de dos o tres veces, y he sido luego avisada del Señor cómo era demonio. Dejado la gran sequedad que queda, es una inquietud en el alma a manera de otras muchas veces que ha permitido el Señor que tenga grandes tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me atormenta hartas veces, como adelante diré [24](24), es una inquietud que no se sabe entender de dónde viene, sino que parece resiste el alma y se alborota y aflige sin saber de qué, porque lo que él dice no es malo sino bueno. Pienso si siente un espíritu a otro. El gusto y deleite que él da, a mi parecer, es diferente en gran manera. Podrá él engañar con estos gustos a quien no tuviere o hubiere tenido otros de Dios.

            11. De veras digo gustos [25](25), una recreación suave, fuerte, impresa, deleitosa, quieta; que unas devocioncitas del alma, de lágrimas y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de persecución se pierden estas florecitas, no las llamo devociones, aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para determinar estos efectos de buen espíritu o malo. Y así es bien andar siempre con gran aviso, porque cuando a personas que no están más adelante en la oración que hasta esto, fácilmente podrían ser engañadas si tuviesen visiones o revelaciones [26](26).

            Yo nunca tuve cosa de estas postreras hasta haberme Dios dado, por sólo su bondad, oración de unión, si no fue la primera vez que dije, que ha muchos años [27](27), que vi a Cristo, que pluguiera a Su Majestad entendiera yo era verdadera visión como después lo he entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el alma, sino como espantada y con gran disgusto [28](28).

            12. Tengo por muy cierto que el demonio no engañará -ni lo permitirá Dios- a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones pueda imaginar -aunque viese abiertos los cielos- un punto de lo que tiene la Iglesia [29](29)

            Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, o detenerse en decir: *pues si Dios me dice esto, también puede ser verdad, como lo que decía a los santos+ (no digo que lo crea, sino que el demonio la comience a tentar por primer movimiento; que detenerse en ello ya se ve que es malísimo, mas aun primeros movimientos muchas veces en este caso creo no vendrán si el alma está en esto tan fuerte como la hace el Señor a quien da estas cosas, que le parece desmenuzaría los demonios sobre una verdad de lo que tiene la Iglesia, muy pequeña, digo que si no viere en sí esta fortaleza grande y que ayude a ella la devoción o visión, que no la tenga por segura [30](30).

            Porque, aunque no se sienta luego el daño, poco a poco podría hacerse grande. Que, a lo que yo veo y sé de experiencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme a la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tendría en que es demonio que ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque entonces no es menester andar a buscar señales ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creería.

            El caso es que, cuando es demonio parece que se esconden todos los bienes y huyen del alma, según queda desabrida y alborotada y sin ningún efecto bueno. Porque aunque parece pone deseos, no son fuertes. La humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad. Paréceme que a [31](31) quien tiene experiencia del buen espíritu, lo entenderá.

            14. Con todo, puede hacer muchos embustes el demonio, y así no hay cosa en esto tan cierta que no lo sea más temer e ir siempre con aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada, y con esto ningún daño puede venir; aunque a mí hartos me han venido por estos temores demasiados que tienen algunas personas.

            En especial me acaeció una vez que se habían juntado muchos a quien yo daba gran crédito -y era razón se le diese- que, aunque yo ya no trataba sino con uno, y cuando él me lo mandaba hablaba a otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenían mucho amor y temían no fuese engañada. Yo también traía grandísimo temor cuando no estaba en la oración, que estando en ella y haciéndome el Señor alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran cinco o seis, todos muy siervos de Dios [32](32). Y díjome mi confesor que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad.

            Yo era temerosa en extremo, como he dicho [33](33). Ayudábame el mal de corazón, que aun en una pieza sola no osaba estar de día muchas veces. Yo, como vi que tantos lo afirmaban y yo no lo podía creer, diome grandísimo escrúpulo, pareciendo poca humildad; porque todos eran [34](34) más de buena vida sin comparación que yo, y letrados, que por qué no los había de creer. Forzábame lo que podía para creerlo, y pensaba que mi ruin vida [35](35) y que conforme a esto debían de decir verdad.

            15. Fuime de la iglesia con esta aflicción y entréme en un oratorio, habiéndome quitado muchos días de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecía burlaban de mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor que se guardase de mí; otros decían que era claro demonio; sólo el confesor [36](36), que, aunque conformaba con ellos por probarme -según después supe-, siempre me consolaba y me decía que, aunque fuese demonio, no ofendiendo yo a Dios, no me podía hacer nada, que ello se me quitaría, que lo rogase mucho a Dios. Y él y todas las personas que confesaba lo hacían harto, y otras muchas, y yo toda mi oración, y cuantos entendía eran siervos de Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino. Y esto me duró no sé si dos años, que era continuo pedirlo al Señor.

            16. A mí ningún consuelo me bastaba, cuando pensaba que era posible que tantas veces me había de hablar el demonio. Porque de que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me hacía el Señor recoger y, sin poderlo yo excusar, me decía lo que era servido y, aunque me pesaba, lo había de oír.

            17. Pues estándome sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podía rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber qué hacer de mí. En esta aflicción me vi algunas y muchas veces, aunque no me parece ninguna en tanto extremo. Estuve así cuatro o cinco horas, que consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí, sino que me dejó el Señor padecer, temiendo mil peligros.

            (Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando queréis podéis, y [37](37) nunca dejáis de querer si os quieren! (Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! (Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas faltan; Vos Señor de todas ellas, nunca faltáis. Poco es lo que dejáis padecer a quien os ama. (Oh Señor mío!, (qué delicada y pulida y sabrosamente los sabéis tratar! (Quién nunca se hubiera detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor, que probáis con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se entienda el mayor extremo de vuestro amor. (Oh Dios mío, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; mas si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos. Levántense contra mí todos los letrados; persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme los demonios, no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía.

            18. Pues estando en esta gran fatiga (aún entonces no había comenzado a tener ninguna visión), solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: "No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé; no temas" [38](38). Paréceme a mí, según estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase y que no bastara nadie.

            Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que era Dios. (Oh, qué buen Dios! (Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras [39](39). (Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!

            19. Es así, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos, en la mar, cuando se levantó la tempestad [40](40) y así decía yo: )Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad? )Quién pone estos deseos? )Quién da este ánimo? Que me acaeció pensar: )De qué temo? )Qué es esto? Yo deseo servir a este Señor. No pretendo otra cosa sino contentarle. No quiero contento ni descanso ni otro bien sino hacer su voluntad (que de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo podía afirmar). Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay que dudar, pues es fe) [41](41), siendo yo sierva de este Señor y Rey, )qué mal me pueden ellos hacer a mí? )Por qué no he yo de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno?

            Tomaba una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera tomarme con ellos a brazos [42](42), que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos. Y así dije: *Ahora venid todos, que siendo sierva del Señor yo quiero ver qué me podéis hacer+.

            20. Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta hoy. Porque, aunque algunas veces los veía, como diré después [43](43), no los he habido más casi miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí.

            Quedome un señorío contra ellos bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Parécenme tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No saben estos enemigos de hecho acometer sino a quien ven que se les rinde, o cuando lo permite Dios para más bien de sus siervos que los tienten y atormenten.

            Pluguiese a Su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello así.

            21. (Qué espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites! [44](44), que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán. Porque con nuestras mismas armas les hacemos que peleen contra nosotros, poniendo en sus manos con las que nos hemos de defender. Esta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia. Es amigo de mentiras, y la misma mentira; no hará pacto con quien anda en verdad [45](45).

            Cuando él ve oscurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo cosa de juego de niños, ya él ve que éste es niño, pues trata como tal, y atrévese a luchar con él una y muchas veces [46](46).

            22. Plega al Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés, y (una higa [47](47) para todos los demonios!, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: *(Demonio! (demonio!+, adonde podemos decir: *(Dios (Dios!+, y hacerle temblar [48](48). Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. )Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir. (Bendito sea el Señor que tan de veras me ha ayudado!


                                            COMENTARIO AL CAPÍTULO 25

                                        Las palabras interiores. Cómo discernirlas
                                                    El problema vivido por ella


            Argumento del capítulo, las palabras interiores de origen místico. Según el título, "trata cómo se entienden estas hablas que hace Dios al alma, sin oírse", y cómo discernirlas. Aunque el título no lo anuncie, el capítulo tratará también de cómo las ha discernido ella en el propio caso.

            Había sido decisiva para Teresa la palabra interior narrada en el capítulo que precede. Palabra decisiva, pero misteriosa, de origen imprecisado: ¿Quién es su autor?

            Ocurre que, a partir de ese momento, las palabras interiores se vuelven frecuentes: se le dicen "muy ordinario". Son "unas palabras muy formadas"; que "no se oyen con los oídos corporales", pero "entiéndense muy más claro que si se oyeran". Y "dejarlas de entender, aunque mucho se resista, es por demás", empeño en vano.

            Obviamente, se trata de un hecho que sale de lo normal y corriente. A Teresa le parece tan importante para entender su personal historia mística, que se detiene a "declararlo, para que vuestra merced lo entienda". Se lo dice al interlocutor de siempre, padre García de Toledo. De suerte que el capítulo impartirá una lección fuerte, de alto contenido místico, pero la expondrá en la intimidad dialogal del tú a tú con ese su lector preferido.

            Lo expone en dos tiempos: primero aclara la naturaleza de esas hablas místicas y cómo discernirlas (nn. 1-14). Luego, refiere el episodio dramático de su agenda personal (nn. 14-22).

            He aquí el esquema del capítulo:

            - Núm. 1: "Cómo es este hablar que Dios hace al alma".

            - Núms. 2 y siguientes: Criterios para discernirlo. A saber:

            ‑ Núms. 3-9: Criterios psicológicos, para discernirlo de posibles anomalías del propio espíritu.

            ‑ Núms. 10-14: Criterios teológicos, para discernirlo de posibles intervenciones diabólicas.

            ‑ Núms. 14-22: Confrontación con el drama vivido por ella misma, probablemente hacia 1557-1559 (42-44 de edad).


El discernimiento de las hablas místicas

            Para discernir en este caso lo auténtico de lo falso, Teresa se enfrenta con dos problemas muy diversos. Va a tratarlos por separado.

            El primero es el problema que a ella misma le plantea la novedad y excepcionalidad de esas hablas, que oye pero no con los oídos corporales sino "muy en el espíritu". Es el problema, diríamos, de discernimiento psicológico.

            Sólo que ella lo vive en un contexto externo contaminado. Inficionado por la existencia de casos turbios de alumbrados y pseudomísticos, por la presencia recelosa de la Inquisición, y sobre todo por la mentalidad truculenta de sus asesores inmediatos, prácticamente obsesionados con el fantasma de las intervenciones diabólicas en el espíritu humano. Precisamente por este motivo, Teresa tendrá que intentar un segundo nivel de discernimiento, que diríamos teológico, antisupersticioso.

            Los dos planos -el psicológico y el teológico- quedan perfectamente delimitados en su exposición. El primero, planteado ante la complejidad y las posibles anomalías de la psique humana: "Cómo (esas hablas) pueden ser aprensión del mismo entendimiento -que podría acaecer-, o hablar el mismo espíritu a sí mismo. Esto no sé yo si puede ser, mas aún hoy me ha parecido que sí" (2). Y el segundo, "cuándo es espíritu bueno o cuándo malo" el que está en el origen de las hablas interiores, dado el supuesto, entonces común y corriente, de la injerencia del espíritu diabólico en el espíritu humano.

            El criterio fundamental de discernimiento psicológico es la inconfundible fuerza operativa de las palabras místicas. "Son palabras y obras". "A la primera disponen un alma, y la habilitan y enternecen y dan luz y regalan y quietan... Y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma, como con la mano se le quita..." (3). Nada de eso ocurre en los embrollos y anomalías psíquicas.

            El criterio teológico frente a posibles injerencias del mal espíritu está en la diferencia entre bien y mal, entre verdad y mentira, de las palabras místicas y las diabólicas. "Cuando es demonio, no sólo no deja buenos efectos, mas déjalos malos... Deja una inquietud que no se sabe entender de dónde viene, sino que parece resiste el alma y se alborota y aflige sin saber de qué... Pienso si siente un espíritu a otro" (10).

            Pero, en definitiva, el criterio absoluto reside, según ella, en la conformidad o disconformidad de esas palabras con la fe, con "lo que tiene la Iglesia", y con la verdad de la Sagrada Escritura. Ante la más mínima discrepancia de la palabra interior con la Escritura Sagrada, ya "no es menester andar a buscar señales (= criterios) ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creería". "Tengo por muy cierto que el demonio no engañará -ni lo permitirá Dios- a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella moriría mil muertes".

            Es decir, para Teresa no es posible la tantas veces alegada disensión entre experiencia mística e institución eclesial.


El drama de su caso personal

            De la exposición teórica, Teresa pasa ahora a narrar, emocionada, la dura historia de su experiencia personal.

            Todo parecía resuelto tras el dictamen inequívoco del P. Francisco de Borja, según el cual lo que a Teresa acaecía "era espíritu de Dios". Y "era yerro resistir ya más". El santo duque de Gandía había intervenido en 1554, cuando ella aún no conocía las "palabras interiores". Uno y otra se encontrarían por segunda vez dos o tres años después, en la primavera de 1557.

            Pero ocurrió que ese mismo año 1557 enfermó de gravedad el nuevo confesor de la Santa, P. Prádanos, y tuvo que alejarse de Ávila justamente en el período en que las hablas místicas sobrevinieron a Teresa "muy ordinario", "muchas veces", incluso fuera de la oración: "De que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me hacía el Señor recoger y, sin poderlo excusar, me decía lo que era servido y, aunque me pesaba, lo había de oír" (16). Eran palabras misteriosas: "Jamás pensé había (esa) otra manera de oír ni entender". Sin autor perceptible: "Aún entonces no había comenzado a tener ninguna visión" (18).

            Siguen días oscuros. No es sólo el nuevo confesor -quizás ya el jesuita Baltasar Álvarez‑, sino todo un grupo de asesores convocados por éste para estudiar su caso, el que sin paliativos califica de diabólicas las hablas interiores de la monja. Con el agravante de que no dictaminan por separado sino que dictan sentencia reunidos en consejo, al parecer en "una iglesia" de la ciudad. Cuenta ella:

            "Se habían juntado muchos a quien yo daba gran crédito, que aunque yo ya no trataba sino con uno y cuando él me lo mandaba trataba con otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio... Creo eran cinco o seis, todos muy siervos de Dios. Y díjome mi confesor que todos se determinaban en que era demonio. Que no comulgase tan a menudo. Y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad" (14).

            Era regresar al punto de partida, cuando los dos asesores primerizos -Daza y Salcedo- dictaminaron que "a todo su parecer de entrambos era demonio" lo que ocurría a Teresa. Ahora los cinco jueces llevan al extremo ese dictamen.

            Le "quitan muchos días de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo". "Todos eran contra mí", se queja ella. "Sin tener persona con quien tratar". "Sin tener persona con quien descansar", en una especie de confinamiento de conciencia. "Y esto me duró no sé si dos años". Poco antes lo había dicho más categóricamente: "Me duró casi dos años el resistir, con el gran miedo que traía" (1).

            Todo ello, si no con la aprobación, sí con la connivencia de su confesor, el padre Baltasar, novato y demasiado joven en esas lides, incapaz de hacer frente al quinteto adverso. En pocas pinceladas describe ella su desolación: "Ni podía rezar ni leer, sino como una persona espantada con tanta tribulación y temor si me había de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber qué hacer de mí... Estuve así cuatro o cinco horas, que consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí".

            Pues bien, es justamente el momento en que sola una palabra interior disipa fulminantemente ese paisaje desolador: "Pues estando en esta gran fatiga, solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé. No temas... Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz, que en un punto vi mi alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que era Dios" (18).

            Ya no necesita aplicar a su caso los criterios de discernimiento tan meticulosamente diseñados. La fuerza de la palabra interior le resulta arrolladora. Ni teólogos ni demonios se le resisten. Frente al miedo de aquellos a los demonios, "quedóme un señorío contra ellos..., que no se me da más de ellos que de moscas". En cuanto a los teólogos, es capaz de humorizar al terminar el relato: ")Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo".


Ante el lector de hoy: un simple balance

            Con el capítulo 25 de Vida comienza la avalancha de fenómenos místicos de Teresa.

            No sabe ella que para futuros lectores de su texto, esos fenómenos van a resultar sospechosos. La acusarán de enferma profunda, de alucinada, de cómplice secreto del propio subconsciente.

            Teresa ya conoció severas condenas de parte de los entendidos de su tiempo. De haber conocido estos nuevos diagnósticos, no hubiera sido ni más cautelosa, ni más explícita, ni más certera escribiendo.

            Dos datos son sorprendentes e incuestionables en el relato teresiano: El primero: de connivencia psicológica, nada. Al contrario, es casi increíble su resistencia tenaz, prolongada, humillante, sufrida. El segundo: en cuanto a rigor, finura y precisión analítica, su técnica de discernimiento no desmerece de cualquier taller científico moderno.

            Vale el dictamen de uno de nuestros científicos: "Desde luego, si algún médico del siglo pasado o de comienzos de éste pensó que la Santa pudiera tener un lugar en la Salpêtrière, quizá no estaba muy lejos de la verdad. Pero no como él imaginaba, como enferma, sino al revés, al lado de Charcot como maestra de observación crítica y aguda".






            [1]. El capítulo reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. Al final del capítulo, el diálogo se extenderá a todo el grupo de letrados asesores.
            [2]. Se refiere a la palabra escuchada en ese "primer arrobamiento", referido en el c. anterior, n. 5.
            [3]. Palabras muy formadas: en acepción mística. Son experiencias místicas con contenido ideológico y expresión verbal, por oposición a las noticias puras, comunicadas en las visiones intelectuales, sin verbalización. Véase la nota 18 al capítulo 27, n. 6, y las anotaciones al c. 3 de las Moradas VI. ‑ San Juan de la Cruz emplea una terminología parecida ("palabras sucesivas, formales y sustanciales" pero en un cuadro doctrinal diverso del teresiano (Subida II, c. 28, 2; y cc. 30‑31).
            [4]. Duró casi dos años el resistir a las hablas interiores, a pesar de la respuesta de san Francisco de Borja (24, 3). De nuevo testificará esa dolorosa resistencia en el n. 15 y en el c. 27, 1.
            [5]. Aprensión del mismo entendimiento (en el autógrafo: apreensión, repetido en el n. 3). Término que proviene del léxico escolástico de sus letrados asesores. "Aprehensio" era el acto germinal de la mente que concibe una idea. En el texto teresiano indica la formulación de una palabra interior por la propia mente (autoescucha, autosugestión), en contraposición a las otras dos formas de palabra interior: la sugerida por el demonio, o la infundida por Dios. Para la autora el problema del capítulo es cómo discernirlas.
            [6]. Entendido de estotra suerte: en forma de habla mística, como ha dicho en el n. 1. ‑ A partir del n. 2 establece la Santa un paralelo entre las hablas místicas y las ficticias (fantaseadas por el sujeto o sugeridas por el demonio). El término "estotro" designará constantemente las hablas místicas, por contraposición a las otras dos.
            [7]. Otra señal más distinta (= más señal) que todas es que no hace operación. Es decir, que las hablas fantaseadas no producen efectos interiores. Al contrario las del Señor, "son palabras y obras": alusión bíblica a Fil. 4, 13, insinuada dos veces en este número; y ya antes en el c. 13, 3.
            [8]. En los nn. 2‑3.
            [9]. "Y": en cambio...
            [10]. No en la segunda sino en la cuarta agua: c. 18, 1 y s.; y c. 20, 3 y ss.
            [11]. Lo ha dicho al final del n. 4. ‑ Las dos cosas que aquí afirma son: que durante el arrobamiento propiamente dicho (con suspensión de las potencias), no se dan las hablas místicas; que después de él, al cesar dicha suspensión, "aún queda en una especie de arrobamiento el alma...". Entonces "es esto que digo": entonces tienen lugar las hablas místicas (como ha dicho del "primer arrobamiento": c. 24, 5). ‑ Para inteligencia de todo este pasaje, téngase en cuenta la doctrina teresiana del éxtasis: cc. 18 y 20; especialmente, los nn. 12‑13 del c. 18.
            [12]. Por donde se ve lo que he dicho: la diferencia entre hablas místicas y pseudomísticas, de que viene hablando desde el n. 2.
            [13]. Es decir: "porque estotro (las hablas místicas) lo admitimos mal que nos pese". Véase el mismo pensamiento formulado en el n. 1.
            [14]. Quien las dicen: fray Luis corrige el probable lapsus: "quién las dice" (p. 295).
            [15]. Dicho en el n. 4.
            [16]. O sea, "de allí a mucho tiempo".
            [17]. Y en cambio, lo que es fabricado del entendimiento... ‑ La Santa usa con frecuencia la conjunción "y" en sentido adversativo: en cambio, sin embargo (cf. nota 9).
            [18]. Frase incompleta: me parece imposible engañarse. El "torno a decir" enlaza con el final del n. 6. ‑ Alma tan desalmada: "Desalmado, el que tiene mala conciencia y no cura de vivir como hombre de razón" (Cobarruvias).
            [19]. Acá: en las genuinas hablas místicas. ‑ Sin perder ningún tiempo.
            [20]. Es decir: "acabo diciendo que me parece que, siendo fantaseado por el entendimiento, cuando lo quisiéremos lo podríamos entender".
            [21]. Lo ha dicho en los nn. 1 y 6.
            [22]. Se refiere a los episodios narrados en el c. 23.
            [23]. Cuando es demonio: cuando las hablas provienen del demonio.
            [24]. Hablará de ello especialmente en el c. 31. Cf. además los cc. 32, 1; 36, 7‑11; 38, 23‑24; 39, 4.
            [25]. De veras digo gustos: digo gustos, que sean realmente tales, en la acepción mística del término.
            [26]. Frase inconclusa. Fray Luis la reelaboró a su modo (p. 299). Podría completarse así: porque cuando es a personas que no están más adelante en la oración que hasta esto (= a personas que en la oración no han llegado más que a devocioncitas y lágrimas...), fácilmente podrían ser engañados (= engañadas).
            [27]. Alude a la visión del rostro de Cristo en el locutorio de la Encarnación: c. 7, 6‑7.
            [28]. Se sobreentiende "cuando es cosa del demonio".
            [29]. Vea los cielos abiertos: frase bíblica de los Hechos (7, 55). Lo que tiene la Iglesia: fórmula usada por la Santa (dos veces en este mismo número) para designar lo que la Iglesia cree o enseña en materia de fe (cf. los prólogos a Moradas, n. 3 y Fundaciones, n. 6; la Protestación de Camino; y Vida, c. 30, 12).
            [30]. Periodo diversamente puntuado por los editores de la Santa. Seguimos la puntuación de fray Luis (p. 300). La frase "digo que si no tiene..." reanuda el pensamiento que dejó suspenso antes del largo paréntesis: "Si alguna vez se viese vacilar...".
            [31]. Es redundante esa "a".
            [32]. Los cinco o seis: podemos indicar únicamente nombres probables: como Gaspar Daza, Gonzalo de Aranda, Baltasar Álvarez (o su predecesor, P. Prádanos), y quizás Alonso Alvarez Dávila. ‑ Mi confesor: probablemente el P. Baltasar Álvarez, joven jesuita de San Gil, ordenado sacerdote en 1558, a los 25 años de edad. Tanto F. de Ribera (Vida de la Santa, I, c. 11), como L. de la Puente (Vida del P. Baltasar, c. 11), afirman que este último fue quien la sometió a esa prueba.
            [33]. Lo ha recordado en el c. 23, 13.
            [34]. En el autógrafo siguen unas palabras borradas e ilegibles. No aparecen en la ed. de fray Luis (p. 302).
            [35]. Fray Luis corrigió: "pensaba en mi ruin vida" (p. 302).
            [36]. Probablemente el P. Baltasar Álvarez. ‑ El dolor de esas jornadas, especialmente la privación de la comunión, será recordado por la Santa en Fund. 6, 20.
            [37]. Probable reminiscencia bíblica: Lc 5, 12.
            [38]. Son un condensado de las palabras del Resucitado; Lc 24, 36, y de su promesa en Jn 14, 18.
            [39]. Fil. 4, 13 (cf. n. 3).
            [40]. Mc 4, 39.
            [41]. Es fe: es verdad de fe.
            [42]. Tomarme con ellos a brazos: luchar cuerpo a cuerpo: Cf. Camino 16, 3.
            [43]. En los cc. 31, 32, 38 y 39. (cf. nota 24 de este c.).
            [44]. Honras, haciendas, deleites: categorías frecuentes en la Santa: cf. c. 20, 26‑28.
            [45]. Las dos afirmaciones tienen ascendencia evangélica: Satanás es "el mendaz" y "el padre de la mentira" (Jn 8, 44). Andar en verdad (cf. Jn 8, 44) será la famosa definición de la humildad según la Santa (Moradas 6, 10, 7; y Vida 26, 1).
            [46]. Sobre el mismo tema véase Camino 23, 4‑5.
            [47]. Cobarruvias en su Tesoro de la lengua define así la higa: "Es una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando el dedo pulgar por el índice y el medio: es disfrazada pulla". Más adelante reaparecerá el término en contexto más doloroso (c. 29, 5 y 6; cf. Moradas 6, 9, 13 y Fund. 8, 3).
            [48]. Alude irónicamente al grupo de letrados miedosos (n. 14) que la amedrantaron. Más adelante, uno de sus teólogos asesores reconocía: "Hale dado Dios un tan fuerte y valeroso ánimo, que espanta. Solía ser temerosa; agora atropella a todos los demonios. Es muy fuera de melindres y niñerías de mujeres; muy sin escrúpulos. Es rectísima" (Dictamen del P. Pedro Ibáñez, escrito poco antes que estas páginas de Vida: BMC, t. 2, p. 132, n. 28).



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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)