16.1.12

Libro de las Fundaciones (Prólogo)

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.          



Libro de las Fundaciones.
         (Prólogo)





[«Los testigos que nos han precedido en el Reino (cf Hb 12, 1), especialmente los que la Iglesia reconoce como "santos", participan en la tradición viva de la oración por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración hoy» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2683).

«¡Teresa de Jesús! (...). Vives con Cristo en la gloria y estás presente en la Iglesia, caminando con ella por los senderos de los hombres. En tus escritos plasmaste tu voz y tu alma. En tu familia religiosa perpetúas tu espíritu (...). Descubre a todos los cristianos el mundo interior del alma, tesoro escondido dentro de nosotros, castillo luminoso de Dios» (Juan Pablo II, Plegaria ante el sepulcro de la Santa en Alba de Tormes 1-11-1982)].

INTRODUCCIÓN GENERAL

De "fémina inquieta y andariega" motejó a la Madre Teresa el nuncio papal Felipe Sega. Y con similar epíteto, aunque algo más benigno, calificó a la Santa su predecesor el nuncio Nicolás Ormaneto. Prueba del impacto que les produjeron los viajes y fundaciones de ésta por tierras de Castilla y Andalucía.

Ambos nuncios eran coetáneos de la Santa y sin duda la enjuiciaban desde la ideología machista de aquel siglo.

Desde nuestra mirada de hoy, la tildaríamos con más acierto de "mujer escritora y fundadora". Justamente los dos aspectos puestos de relieve en su "Libro de las Fundaciones". Según él, la madre Teresa primero funda, a pie de obra, cada uno de sus Carmelos. Luego escribe y describe las correrías y traqueteos pasados en fundarlos, "con grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves...".

Lo va escribiendo por entregas y a ratos libres. Es decir, por etapas y sobre la marcha.

Comienza el libro en Salamanca evocando la vida idílica del Carmelo fundado en Ávila, y redactando a continuación el proyecto de la "primera salida" y las primeras jornadas en carromato: un bloque de nueve capítulos, que constituyen el primer fragmento de la obra. Lo escribe el año 1573.

Lo interrumpe para viajar y fundar el Carmelo de Segovia, en que se refugien las monjas aventadas de Pastrana por la Éboli. Ahí escribe la segunda entrega del libro, otros diez capítulos, desde el 10 al 19, con el historial de cinco fundaciones más. Es ya entrado el año 1574.

Ahora se interpone una larga pausa, con el atrevido viaje a Andalucía, seguido de la interrupción forzada de las fundaciones. La Santa se recluye en el Carmelo de Toledo, y en el otoño de 1576 escribe el tercer bloque de la obra, que ella cree definitivamente finalizada, tanto en la tarea de fundar como en la de historiar y escribir: "Hase acabado hoy... a 14 días del mes de noviembre, año de 1576". Eran ocho capítulos más, del 20 al 27.

Pero los reanuda cuatro años después con la fundación de Villanueva de la Jara en La Mancha y las tres fundaciones finales en tierras castellanas, Palencia, Soria y Burgos: últimos cuatro capítulos, 28-31. Eran también los últimos años de su vida. Termina las fundaciones y el libro a los 67 de edad.

Pero la Santa es andariega vitalicia, y todavía añade a la obra un extraño colofón de dos páginas, escritas en una pausa de su postrer camino, no sabemos exactamente dónde, para contar el empalme de la fundación primera con todas las demás, y hacer una sola familia del Carmelo Teresiano.

El Libro de las Fundaciones es, en el fondo, un pequeño relato histórico, pero con trama y entraña de historia sagrada, no ya porque llene el escenario de personas religiosas, monjas como la autora, sino porque ésta introduce en él la propia componente mística que abre el relato a la región de lo trascendente.

De suerte que por un lado la narración está tupida de referencias cronológicas y geográficas, de actores bien perfilados y sus respectivos antagonistas, desde Teresa hasta la Éboli o la Cardona, desde el rey a los arrieros y mozos de mulas. Pero en realidad el verdadero protagonista es Dios, y el entramado narrativo se bifurca en dos direcciones alternantes: hacia el lector y hacia el Señor, que una y otra vez tercia en el diálogo con la autora y sus colaboradores.

Imposible leer sin empatizar. Ni los hechos narrados ocurren sin el resorte impulsor de lo religioso, ni la autora es capaz de narrarlos sin ponerse al habla con el Protagonista en presencia del lector. Todo ello, con espontaneidad y llaneza, con parquedad y verismo. Con incisos y pausas de oración. Como si el relato se inspirase en el remoto modelo de los Hechos de los Apóstoles.

En todo caso, prescindir de la componente religiosa en la lectura del libro sería banalizarlo.

Afortunadamente su texto posee todas las credenciales de la autenticidad. Se conserva íntegramente autógrafo en los anaqueles de la Biblioteca del Escorial, como una perla más del Patrimonio Nacional.

El presente comentario se propone sencillamente glosar y contextualizar uno a uno los 31 capítulos de que consta la obra. Con atención especial a los dos momentos implicados en la narración, el episodio siempre dramático y complejo de la erección de cada Carmelo, y el momento más sereno, pero a veces psicológicamente tenso, en que lo narra la escritora.

El libro se suma así a la precedente terna de comentarios a las tres obras mayores de la Santa: a Vida, a Camino y a Moradas, reiteradamente publicadas por esta misma Editorial Monte Carmelo de Burgos, en respuesta a los múltiples requerimientos de los lectores de la Santa.

PRÓLOGO DE LA SANTA
JHS

1. Por experiencia he visto, dejando lo que en muchas partes he leído, el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia. En esto entiendo estar el irse adelantando en la virtud y el ir cobrando la de la humildad; en esto está la seguridad de la sospecha, que los mortales es bien que tengamos mientras se vive en esta vida, de errar el camino del cielo. Aquí se halla la quietud que tan preciada es en las almas que desean contentar a Dios. Porque si de veras se han resignado en esta santa obediencia y rendido el entendimiento a ella, no queriendo tener otro parecer del de su confesor (1) y, si son religiosos, el de su prelado, el demonio cesa de acometer con sus continuas inquietudes, como tiene visto que antes sale con pérdida que con ganancia; y también nuestros bulliciosos movimientos, amigos de hacer su voluntad y aun de sujetar la razón en cosas de nuestro contento, cesan, acordándose que determinadamente pusieron su voluntad en la de Dios, tomando por medio sujetarse a quien en su lugar toman.

Habiéndome Su Majestad, por su bondad, dado luz de conocer el gran tesoro que está encerrado en esta preciosa virtud, he procurado -aunque flaca e imperfectamente- tenerla; aunque muchas veces repugna la poca virtud (2) que veo en mí, porque para algunas cosas que me mandan entiendo que no llega. La divina Majestad provea lo que falta para esta obra presente.

2. Estando en San José de Avila, año de mil y quinientos y sesenta y dos, que fue el mismo que se fundó este monasterio (3) , fui mandada del padre fray García de Toledo (4) , dominico, que al presente era mi confesor, que escribiese la fundación de aquel monasterio, con otras muchas cosas, que quien la viere, si sale a luz, verá. Ahora estando en Salamanca, año de mil y quinientos y setenta y tres, que son once años después, confesándome con un padre rector de la Compañía, llamado el maestro Ripalda (5) , habiendo visto este libro de la primera fundación, le pareció sería servicio de nuestro Señor que escribiese de otros siete monasterios que después acá, por la bondad de nuestro Señor, se han fundado (6) , junto con el principio de los monasterios de los padres Descalzos de esta primera Orden, y así me lo ha mandado.

Pareciéndome a mí ser imposible (a causa de los muchos negocios, así de cartas, como de otras ocupaciones forzosas, por ser en cosas mandadas por los prelados), me estaba encomendando a Dios y algo apretada (7) , por ser yo para tan poco y con tan mala salud que, aun sin esto, muchas veces me parecía no se poder sufrir el trabajo conforme a mi bajo natural, me dijo el Señor: "Hija, la obediencia da fuerzas".


3. Plega a Su Majestad que sea así y dé gracia para que acierte yo a decir para gloria suya las mercedes que en estas fundaciones ha hecho a esta Orden. Puédese tener por cierto que se dirá con toda verdad, sin ningún encarecimiento, a cuanto yo entendiere, sino conforme a lo que ha pasado. Porque en cosa muy poco importante yo no trataría mentira por ninguna de la tierra; en esto, que se escribe para que nuestro Señor sea alabado, haríaseme gran conciencia, y creería no sólo era perder tiempo, sino engañar con las cosas de Dios, y en lugar de ser alabado por ellas, ser ofendido. Sería una gran traición. No plega a Su Majestad me deje de su mano, para que yo la haga.

Irá señalada cada fundación, y procuraré abreviar, si supiere, porque mi estilo es tan pesado, que, aunque quiera, temo que no dejaré de cansar y cansarme. Mas con el amor que mis hijas me tienen, a quien ha de quedar esto después de mis días, se podrá tolerar.

4. Plega a nuestro Señor, que, pues en ninguna cosa yo procuro provecho mío ni tengo por qué, sino su alabanza y gloria, pues se verán muchas cosas para que se le den, esté muy lejos de quien lo leyere atribuirme a mí ninguna, pues sería contra la verdad; sino que pidan a Su Majestad que me perdone lo mal que me he aprovechado de todas estas mercedes. Mucho más hay de qué se quejar de mí mis hijas por esto, que por qué me dar gracias de lo que en ello está hecho. Démoslas todas, hijas mías, a la Divina Bondad por tantas mercedes como nos ha hecho. Una Avemaría pido por su amor a quien esto leyere, para que sea ayuda a salir del purgatorio y llegar a ver a Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por siempre jamás, amén.

5. Por tener yo poca memoria, creo que se dejarán de decir muchas cosas muy importantes, y otras que se pudieran excusar, se dirán. En fin, conforme a mi poco ingenio y grosería (8) , y también al poco sosiego que para esto hay. También me mandan, si se ofreciere ocasión, trate algunas cosas de oración y del engaño que podría haber para no ir más adelante las que la tienen.

6. En todo me sujeto a lo que tiene la madre santa Iglesia Romana (9) , y con determinación que antes que venga a vuestras manos, hermanas e hijas mías, lo verán letrados y personas espirituales. Comienzo en nombre del Señor, tomando por ayuda a su gloriosa Madre, cuyo hábito tengo, aunque indigna de él, y a mi glorioso padre y señor San José, en cuya casa estoy, que así es la vocación (10) de este monasterio de Descalzas, por cuyas oraciones he sido ayudada continuo.

7. Año de 1573, día de San Luis, rey de Francia, que son 24 días de agosto (11) . Sea Dios alabado.

COMENTARIO AL PRÓLOGO


Como siempre, el prólogo hace de preámbulo o puerta de ingreso en la obra. Generalmente los autores lo colocan en primera página, enseguida de la portada, pero lo escriben después de redactado todo el libro. La Santa no conoce esa técnica. Ella comienza escribiendo el prólogo, que, por eso mismo, refleja en directo su estado de ánimo al empuñar la pluma.

En el presente caso, empieza con un elogio improvisado de la virtud de la obediencia. Por una razón muy sencilla: escribir el Libro de las Fundaciones va a ser un acto de obediencia. Influyen en ello dos factores: externo el uno, profundamente interno el otro. A saber: la decisión de escribir surge porque se lo manda su confesor, el jesuita P. Jerónimo Ripalda: "Así me lo ha mandado". Pero luego, desde lo hondo del alma, se lo refrenda la voz del Señor: "Hija, la obediencia da fuerzas".

Teresa obedece y pone manos a la obra. Esboza enseguida su contenido: escribirá, de momento, la historia de los siete Carmelos que ha fundado después de San José de Ávila, "junto con el principio de los monasterios de los padres descalzos de esta primera orden", Duruelo y Pastrana.

Casi a renglón seguido, formula su criterio de historiadora: lo contará "con toda verdad, sin ningún encarecimiento a cuanto yo entendiere, sino conforme a lo que ha pasado, porque en cosa muy poco importante yo no trataría mentira por ninguna de la tierra; en esto, que se escribe para que nuestro Señor sea alabado, haríaseme gran conciencia".


Es decir, no va a escribir un relato profano, sino un libro con sentido profundamente religioso, consciente de que en las fundaciones de sus Carmelos Dios ha intervenido como primer factor y principal agente. Y por eso mismo, "siempre que se ofreciere ocasión", irá intercalando avisos y consignas sobre la vida de oración que estilan las lectoras en sus Carmelos. La obra constará de historia y de enseñanza espiritual.

Todavía un par de precisiones: "Procuraré abreviar, si supiere, porque mi estilo es tan pesado..." - De pesado nada, pero sí necesitará más de una vez una enmarcación del relato.

"Por tener poca memoria, se dejarán de decir muchas cosas importantes": es decir, la documentación de base reside en el archivo de su memoria. Pocas veces recurrirá al soporte de papeles y documentos.

Escribe en clave de amor entre la autora y las lectoras: "Con el amor que mis hermanas me tienen, a quien ha de quedar esto después de mis días...". Es decir, no escribe para la publicidad sino en clima de intimidad. Sólo muy tarde, en los últimos años de su vida, decidirá publicar el libro en letra de molde.

Añade todavía la obligada protesta de sumisión "a lo que tiene la madre Santa Iglesia Romana".

Y concluye con la datación. Ya ha dicho que "está en Salamanca, año de 1573". Lo reitera al final. Bajo esa doble datación, aparentemente inocente, se encubre la compleja situación que está viviendo la autora mientras escribe: desde más de diez años es carmelita descalza, actualmente es priora de su antiguo convento de la Encarnación, pero reside desde hace un mes en el Carmelo de Salamanca, luchando por resolver la embrollada e interminable situación material de este Carmelo, cargada "de muchos negocios, así de cartas como de otras ocupaciones forzosas...; con tan mala salud...".

Es el panorama, externo e interno, que vive ella al iniciar el escrito, "año de 1573, día de San Luis, rey de Francia, que son 24 (?) días de agosto. ¡Sea Dios alabado!".

NOTAS

1. Cronología: La Santa tiene 58 años cuando comienza el libro; lo terminará a los 67 de edad. El relato abarca los últimos 15 años de su vida: 1567-1582.

2. Los mandatos de escribir: Se los imparten el jesuita P. Jerónimo Ripalda (1535-1618) y el carmelita P. Jerónimo Gracián (1545-1614). En cambio, la mística moción interior se reitera a lo largo del libro, hasta el capítulo final -fundación de Burgos-, en que se vuelve más insistente y apremiante.


































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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)