2.3.12

Capítulo 7 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.

Libro de las Fundaciones          CAPÍTULO 7
De cómo se han de haber con las que tienen melancolía. Es necesario para las preladas (1)[1].

1. Estas mis hermanas de San José de Salamanca -adonde estoy cuando esto escribo- me han mucho pedido diga algo de cómo se han de haber con las que tienen humor de melancolía. Y porque, por mucho que andamos procurando no tomar las que le tienen, es tan sutil que se hace mortecino para cuando es menester y así no lo entendemos hasta que no se puede remediar; paréceme que en un librico pequeño dije algo de esto (2)[2], no me acuerdo; poco se pierde en decir algo aquí, si el Señor fuese servido que acertase. Ya puede ser que esté dicho otra vez; otras ciento lo diría, si pensase atinar alguna en algo que aprovechase. Son tantas las invenciones que busca este humor para hacer su voluntad, que es menester buscarlas para cómo lo sufrir y gobernar sin que haga daño a las otras.

2. Hase de advertir que no todos los que tienen este humor son tan trabajosos, que cuando cae en un sujeto humilde y en condición blanda, aunque consigo mismos traen trabajo, no dañan a los otros, en especial si hay buen entendimiento. Y también hay más y menos de este humor. Cierto, creo que el demonio en algunas personas le toma por medianero para si pudiese ganarlas; y si no andan con gran aviso, sí hará. Porque, como lo que más este humor hace es sujetar la razón, ésta obscura, ¿qué no harán nuestras pasiones? Parece que si no hay razón, que es ser locos, y es así; mas en las que ahora hablamos, no llega a tanto mal, que harto menos mal sería. Mas haber de tenerse por persona de razón y tratarla como tal no teniéndola, es trabajo intolerable; que los que están del todo enfermos de este mal, es para haberlos piedad, mas no dañan y, si algún medio hay para sujetarlos, es que hayan temor (3)[3].

3. En los que sólo ha comenzado este tan dañoso mal, aunque no esté tan confirmado, en fin es de aquel humor y raíz, y nace de aquella cepa; y así, cuando no bastaren otros artificios, el mismo remedio ha menester (4)[4], y que se aprovechen las preladas de las penitencias de la Orden y procuren sujetarlas de manera que entiendan no han de salir con todo ni con nada de lo que quieren. Porque, si entienden que algunas veces han bastado sus clamores y las desesperaciones que dice el demonio en ellos, por si pudiese echarlos a perder, ellos van perdidos, y una basta para traer inquieto un monasterio; porque, como la pobrecita en sí misma no tiene quien la valga para defenderse de las cosas que la pone el demonio, es menester que la prelada ande con grandísimo aviso para su gobierno, no sólo exterior, sino interior; que la razón que en la enferma está obscurecida, es menester esté más clara en la prelada, para que no comience el demonio a sujetar aquel alma, tomando por medio este mal.

Porque es cosa peligrosa, que, como es a tiempos (5)[5] el apretar este humor tanto que sujete la razón (y entonces no será culpa, como no lo es a los locos, por desatinos que hagan; mas a los que no lo están, sino enferma la razón, todavía hay alguna, y otros tiempos están buenos), es menester que no comiencen en los tiempos que están malos a tomar libertad, para que cuando están buenos no sean señores de sí, que es terrible ardid del demonio. Y así, si lo miramos, en lo que más dan es en salir con lo que quieren y decir todo lo que se les viene a la boca y mirar faltas en los otros con que encubrir las suyas, y holgarse en lo que les da gusto; en fin, como quien no tiene en sí quien la resista. Pues las pasiones no mortificadas y que cada una de ellas querría salir con lo que quiere, ¿qué será, si no hay quien las resista?

4. Torno a decir, como quien ha visto y tratado muchas personas de este mal, que no hay otro remedio para él, si no es sujetarlas por todas las vías y maneras que pudieren. Si no bastaren palabras, sean castigos; si no bastaren pequeños, sean grandes; si no bastare un mes de tenerlas encarceladas, sean cuatro: que no pueden hacer mayor bien a sus almas. Porque, como queda dicho (6)[6] y lo torno a decir (porque importa para las mismas entenderlo, aunque alguna vez, o veces, no puedan más consigo), como no es locura confirmada de suerte que disculpe para la culpa, aunque algunas veces lo sea, no es siempre, y queda el alma en mucho peligro; sino estando -como digo- (7)[7] la razón tan quitada que la haga fuerza, hace lo que, cuando no podía más, hacía o decía. Gran misericordia es de Dios a los que da este mal sujetarse a quien los gobierne, porque aquí está todo su bien, por este peligro que he dicho (8)[8]. Y, por amor de Dios, si alguna leyere esto, mire que le importa por ventura la salvación.

5. Yo conozco algunas personas que no les falta casi nada para del todo perder el juicio; mas tienen almas humildes y tan temerosas de ofender a Dios, que, aunque se están deshaciendo en lágrimas y entre sí mismas, no hacen más de lo que les mandan y pasan su enfermedad como otras hacen, aunque esto es mayor martirio, y así tendrán mayor gloria, y acá el purgatorio para no le tener allá. Mas torno a decir, que las que no hicieren esto de grado, que sean apremiadas de las preladas; y no se engañen con piedades indiscretas, para que se vengan a alborotar todas con sus desconciertos.

6. Porque hay otro daño grandísimo, dejado el peligro que queda dicho (9)[9] de la misma: que como la ven -a su parecer- buena, como no entienden la fuerza que le hace el mal en lo interior, es tan miserable nuestro natural que cada una le parecerá es melancólica para que la sufran; y aun en hecho de verdad se lo hará entender el demonio así, y vendrá a hacer el demonio un estrago que cuando se venga a entender sea dificultoso de remediar, e importa tanto esto, que en ninguna manera se sufre haya en ello descuido; sino que si la que es melancólica resistiere al prelado, que lo pague como la sana, y ninguna cosa se le perdone. Si dijere mala palabra a su hermana, lo mismo. Así en todas las cosas semejantes que éstas.

7. Parece injusticia que, si no puede más, castiguen a la enferma como a la sana. Luego también lo sería atar a los locos y azotarlos, sino dejarlos matar a todos. Créanme que lo he probado, y que, a mi parecer, intentado hartos remedios, y que no hallo otro. Y la priora que por piedad dejare comenzar a tener libertad a las tales, en fin fin, no se podrá sufrir, y cuando se venga a remediar, será habiendo hecho mucho daño a las otras. Si, porque no maten los locos, los atan y castigan, y es bien, aunque parece hace gran piedad pues ellos no pueden más, ¿cuánto más se ha de mirar que no hagan daño a las almas con sus libertades? Y verdaderamente creo que muchas veces es -como he dicho- (10)[10] de condiciones libres y poco humildes y mal domadas, y que no les hace tanta fuerza el humor como esto. Digo en algunas, porque he visto que cuando hay a quien temer, se van a la mano y pueden; pues ¿por qué no podrán por Dios? Yo he miedo que el demonio, debajo de color de este humor -como he dicho- (11)[11] quiere ganar muchas almas.

8. Porque ahora se usa más que suele, y es que toda la propia voluntad y libertad llaman ya melancolía. Y es así que he pensado que en estas casas y en todas las de Religión no se había de tomar este nombre en la boca, porque parece que trae consigo libertad, sino que se llame enfermedad grave -¡y cuánto lo es!- y se cure como tal. Que a tiempos es muy necesario adelgazar el humor (12)[12] con alguna cosa de medicina para poderse sufrir; y estese en la enfermería, y entienda que, cuando saliere a andar en comunidad, que ha de ser humilde como todas y obedecer como todas; y cuando no lo hiciere que no le valdrá el humor; porque, por las razones que tengo dichas conviene, y más se pudieran decir. Las prioras han menester, sin que las mismas lo entiendan, llevarlas con mucha piedad, así como verdadera madre, y buscar los medios que pudiere para su remedio.

9. Parece que me contradigo, porque hasta aquí he dicho que se lleven con rigor. Así lo torno a decir: que no entiendan que han de salir con lo que quieren, ni salgan, puesto en término de que hayan de obedecer; que en sentir que tienen esta libertad está el daño. Mas puede la priora no las mandar lo que ve han de resistir, pues no tienen en sí fuerza para hacerse fuerza; sino llevarlas por maña y amor todo lo que fuere menester, para que, si fuese posible, por amor se sujetasen, que sería muy mejor, y suele acaecer, mostrando que las ama mucho y dárselo a entender por obras y palabras. Y han de advertir que el mayor remedio que tienen es ocuparlas mucho en oficios para que no tengan lugar de estar imaginando, que aquí está todo su mal; y aunque no los hagan tan bien, súfranlas algunas faltas, por no las sufrir otras mayores estando perdidas, porque entiendo que es el más suficiente remedio que se les puede dar, y procurar que no tengan muchos ratos de oración, aun de lo ordinario; que, por la mayor parte, tienen la imaginación flaca y harales mucho daño, y sin eso se les antojarán cosas que ellas ni quien las oyere no lo acaben de entender. Téngase cuenta con que no coman pescado sino pocas veces; y también en los ayunos es menester no ser tan continuos como las demás.

10. Demasía parece dar tanto aviso para este mal y no para otro ninguno, habiéndolos tan graves en nuestra miserable vida, en especial en la flaqueza de las mujeres. Es por dos cosas: la una, que parece están buenas, porque ellas no quieren conocer tienen este mal; y como no las fuerza a estar en cama, porque no tienen calentura, ni a llamar médico, es menester lo sea la priora; pues es más perjudicial mal para toda la perfección, que los que están con peligro de la vida en la cama. La otra es porque con otras enfermedades o sanan o se mueren; de ésta, por maravilla sanan, ni de ella se mueren, sino vienen a perder del todo el juicio, que es morir para matar a todas. Ellas pasan harta muerte consigo mismas de aflicciones e imaginaciones y escrúpulos, y así tendrán harto gran mérito, aunque ellas siempre las llaman tentaciones; que si acabasen de entender es del mismo mal, tendrían gran alivio, si no hiciesen caso de ello.

Por cierto, yo las tengo gran piedad, y así es razón todas se la tengan las que están con ellas, mirando que se le podrá dar el Señor, y sobrellevándolas sin que ellas lo entiendan, como tengo dicho (13)[13]. Plega al Señor que haya atinado a lo que conviene hacer para tan gran enfermedad.



COMENTARIO AL CAPÍTULO 7

Las melancólicas en la comunidad

Como el anterior, también este capítulo lo dirige la Santa, ante todo, a las que gobiernan la comunidad, y de refilón a todas cuantas la componen. Da por supuesto que a pesar del sumo control de vocaciones, se filtran en los conventos de clausura personas psicológicamente enfermas, afectadas de "humor de melancolía", difícilmente compatible con la vida comunitaria. Teresa da fe de conocer varios casos. Más frecuentes cada día en su tiempo: "Porque ahora se usa (=abunda) más que suele" (n. 8). Lo diagnostica reiteradamente, y luego indica su tratamiento en vista de la inserción en la vida comunitaria. He aquí el trazado del capítulo:

         - El hecho y su diagnóstico (n. 1 y passim);
         - Su remedio fundamental: sujetarlas desde los principios del mal (nn. 2‑6);
         - A la vez tenerles comprensión y amor (nn. 8‑9);
         - Dos observaciones u objeciones (nn. 7‑9);
         - Conclusión: por qué tantos avisos (n. 10).

El hecho y su diagnóstico. Para la Santa son patentes dos datos: la presencia, casi inevitable, de personas afectadas de melancolía en la comunidad religiosa, y su difícil inserción en la vida comunitaria.

Por melancolía entiende ella un achaque psicológico y, en parte, somático, parecido a lo que hoy designaríamos aproximadamente como neurastenia. En la medicina y el lenguaje vulgar de su tiempo se la creía dependiente de uno de los humores del compuesto humano (sangre, cólera, flema y bilis), concretamente de este último; de ahí su designación "humor de melancolía" (designación que aparece al menos cinco veces en el capítulo).

En el diagnóstico de la Santa, es un achaque psicofísico, con implicaciones morales, cerrazón de uno en sí mismo, zarandeo de la imaginación, tristeza depresiva, "en lo que más dan (los melancólicos) es en salir con lo que quieren y decir todo lo que se les viene a la boca y mirar faltas en los otros con que encubrir las suyas, y holgarse en lo que les da gusto; en fin, como quien no tiene en sí quien le resista" (n. 3), porque aunque no son locos ("no es locura confirmada" la suya), están próximos a ella.

Quizás, para la Santa, el rasgo más caracterizante es la sutil implicación moral (de la voluntad) en la enfermedad, y asimismo su influjo en el ritmo sereno de la comunidad contemplativa. De ahí, según ella, la responsabilidad de las prioras en el tratamiento de esas enfermas.

El remedio.- Teresa tiene de mira tanto el cuidado de la enferma como el salvamento de la comunidad. Para el tratamiento de la enferma propone, ante todo, el uso firme de la autoridad. Teniendo en cuenta que la enferma no es dueña de sus actos, es la priora quien ha de poner orden en ellos. Lo dice en términos categóricos. "Porque, como lo que más hace este humor es sujetar la razón (= nublarla)..., ha de tenerse por persona de razón y tratarla como tal no teniéndola... y si algún remedio hay para sujetarlos, es que hayan temor" al castigo (n. 2). Y que "procuren sujetarlas de manera que entiendan no han de salir con todo o con nada de lo que quieren" (n. 3), porque de lo contrario, sola "una basta para traer inquieto un monasterio". Lo reitera: "Sujetarlas por todas las vías y maneras que pudieren. Si no bastan palabras, sean castigos" (n. 4). "Gran misericordia es de Dios a los que da este mal, sujetarse a quien los gobierne, porque aquí está todo su bien" (n. 4).

Pero a la vez, hay que ser comprensivos con sus impotencias, evitarles los mandatos de contenido difícil, ayudar sus carencias físicas, dispensándolas de ayunos y obligándolas a comer carne (a pesar del precepto contrario de la Regla carmelitana), y sobre todo "llevarlas por maña y amor todo lo que fuere menester, para que, si fuese posible, por amor se sujetasen, que sería muy mejor. Y suele acaecer, mostrando que las ama mucho, y dárselo a entender por obras y palabras" (n. 9).

Puntualizando. Consciente de la aparente contraposición entre ambos consejos, la Santa se detiene a puntualizar dos reparos: que el consejo primero no implica injusticia ni ofensa alguna a la paciente; y que no hay contradicción en la aplicación de ambos, el uso del rigor y la blandura del amor, sino que más bien son complementarios.

En conclusión. ¿Por qué "dar tanto aviso para este mal, y no para otro ninguno, habiéndolos tan graves en nuestra miserable vida..."? ‑ Por dos razones: por ser la melancolía un achaque tan camuflado y complicado; y porque "con otras enfermedades, o sanan o se mueren"; de ésta por maravilla sanan, ni de ella se mueren, sino vienen a perder del todo el juicio, que es morir para matar a todas" (n. 10).

NOTAS

1. Melancolía es vocablo de origen griego: "Negra bilis". En el Tesoro de la Lengua, Cobarruvias la definía en latín Melancholia est mentis alienatio, ex atra bile nata, cum moestitia metuque coniuncta. De los cuatro humores los antiguos galenos derivaron los cuatro temperamentos: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico. En el vocabulario de la Santa sólo se hace mención de este último.

2. "A tiempos es muy necesario adelgazar el humor" (n. 8). Aparte los numerosos consejos éticos, la Santa imparte también este consejo medicinal: "Adelgazar el humor con alguna cosa de medicina para poderse sufrir, y estese en la enfermería". Dado que según los galenos de entonces, la melancolía derivaba del humor de la bilis (atra bilis: bilis negra), para remediarla había que "adelgazarla" o "aclararla": para ello se utilizaban las pócimas. Lo mismo que para "adelgazar la sangre" (otro humor) se recurría a las sangrías, que tantas veces sufrió la Santa.


            [1] Dedicará el capítulo entero a «las que tienen melancolía» y a «las preladas» que han de ser médicos de esta enfermedad. Es capítulo primoroso. - Advierte el lector que bajo el nombre de «melancolía» o «humor de melancolía» entiende la Santa toda una gama de anomalías difíciles de reducir a una determinada categoría. El «homor de melancolía» era para los ilustres médicos de antaño, uno de los varios humores fundamentales del intrigante compuesto humano, mezcla de bilis negra y otros infundios. - En el lenguaje vulgar de hoy, podríamos traducir la «melancolía» de la Santa por «neurastenia».
            [2] En el Camino de Perfección, c. 24.
            [3] Que hayan temor, es decir, que tengan temor, infundírselo.
            [4] El mismo remedio: hacerles temer (cf. n. 2).
            [5] Como es a tiempos: a intervalos, o a veces (cf. c. 11, n. 2).
            [6] En los nn. 2-3.
            [7] Ibid.
            [8] En el n. 3.
            [9] Peligro para su salvación: n. 4 y cf. c. 3.
            [10] Como he dicho: en el n. 5.
            [11] En los nn. 3-4.
            [12] Adelgazar y delgado: son términos que frecuentemente usa la Santa en su sentido clásico de «sutilizar» y «delicado». Adelgazar el humor: medicinario para hacerle recuperar su temple natural. Expresión que supone y refleja las teorías médicas del s. XVI.

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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)