21.4.12

Capítulo 12 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 

Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 12


 
En que trata de la vida y muerte de una religiosa que trajo nuestro Señor a esta misma casa, llamada Beatriz de la Encarnación, que fue en su vida de tanta perfección, y su muerte tal, que es justo se haga de ella memoria (1)[1].


1. Entró en este monasterio por monja una doncella llamada doña Beatriz Óñez, algo deudo de doña Casilda. Entró algunos años antes (2)[2], cuya alma tenía a todas espantada por ver lo que el Señor obraba en ella de grandes virtudes; y afirman las monjas y priora (3)[3] que en todo cuanto vivió jamás entendieron en ella cosa que se pudiese tener por imperfección, ni jamás por cosa la vieron de diferente semblante, sino con una alegría modesta, que daba bien a entender el gozo interior que traía su alma. Un callar sin pesadumbre, que con tener gran silencio, era de manera que no se le podía notar por cosa particular. No se halla haber jamás hablado palabra que hubiese en ella que reprender, ni en ella se vio porfía ni una disculpa, aunque la priora, por probarla, la quisiese culpar de lo que no había hecho, como en estas casas se acostumbra para mortificar. Nunca jamás se quejó de cosa ni de ninguna hermana, ni por semblante ni palabra dio disgusto a ninguna con oficio que tuviese, ni ocasión para que de ella se pensase ninguna imperfección, ni se hallaba por qué acusarla ninguna falta en capítulo, con ser cosas bien menudas las que allí las celadoras dicen que han notado. En todas las cosas era extraño su concierto interior y exteriormente. Esto nacía de traer muy presente la eternidad y para lo que Dios nos había criado. Siempre traía en la boca alabanzas de Dios y un agradecimiento grandísimo. En fin, una perpetua oración.

2. En lo de la obediencia jamás tuvo falta, sino con una prontitud y perfección y alegría a todo lo que se le mandaba. Grandísima caridad con los prójimos, de manera que decía que por cada uno se dejaría hacer mil pedazos a trueco de que no perdiesen el alma y gozasen de su hermano Jesucristo, que así llamaba a nuestro Señor. En sus trabajos, los cuales con ser grandísimos, de terribles enfermedades -como adelante diré- (4)[4] y de gravísimos dolores, los padecía con tan grandísima voluntad y contento, como si fueran grandes regalos y deleites. Debíasele nuestro Señor dar en el espíritu, porque no es posible menos, según con la alegría los llevaba.

3. Acaeció que en este lugar de Valladolid llevaban a quemar a unos por grandes delitos. Ella debía saber no iban a la muerte con tan buen aparejo como convenía, y diole tan grandísima aflicción, que con gran fatiga se fue a nuestro Señor y le suplicó muy ahincadamente por la salvación de aquellas almas; y que a trueco de lo que ellos merecían, o porque ella mereciese alcanzar esto -que las palabras puntualmente no me acuerdo-, le diese toda su vida todos los trabajos y penas que ella pudiese llevar. Aquella misma noche le dio la primera calentura, y hasta que murió siempre fue padeciendo. Ellos murieron bien, por donde parece que oyó Dios su oración.

4. Diole luego una postema dentro de las tripas con tan gravísimos dolores, que era bien menester para sufrirlos con paciencia lo que el Señor había puesto en su alma. Esta postema era por la parte de adentro, adonde cosa de las medicinas que la hacían no la aprovechaba; hasta que el Señor quiso que se la viniese a abrir y echar la materia, y así mejoró algo de este mal. Con aquella gana que le daba de padecer, no se contentaba con poco; y así oyendo un sermón un día de la Cruz, creció tanto este deseo, que, como acabaron, con un ímpetu de lágrimas se fue sobre su cama y, preguntándole qué había, dijo que rogasen a Dios la diese muchos trabajos y que con esto estaría contenta.

5. Con la priora trataba ella todas las cosas interiores y se consolaba en esto. En toda la enfermedad jamás dio la menor pesadumbre del mundo, ni hacía más de lo que quería la enfermera, aunque fuese beber un poco de agua. Desear trabajos almas que tienen oración es muy ordinario, estando sin ellos; mas, estando en los mismos trabajos, alegrarse de padecerlos no es de muchas. Y así, ya que estaba tan apretada, que duró poco y con dolores muy excesivos y una postema que le dio dentro de la garganta que no la dejaba tragar, estaban allí algunas de las hermanas, y dijo a la priora (como la debía consolar y animar a llevar tanto mal), que ninguna pena tenía, ni se trocaría por ninguna de las hermanas que estaban muy buenas. Tenía tan presente a aquel Señor por quien padecía, que todo lo más que ella podía rodear (5)[5] para que no entendiesen lo mucho que padecía. Y así, si no era cuando el dolor la apretaba mucho, se quejaba muy poco.

6. Parecíale que no había en la tierra cosa más ruin que ella, y así, en todo lo que se podía entender, era grande su humildad. En tratando de virtudes de otras personas, se alegraba muy mucho. En cosas de mortificación era extremada. Con una disimulación se apartaba de cualquiera cosa que fuese de recreación, que, si no era quien andaba sobre aviso, no lo entendían. No parecía que vivía ni trataba con las criaturas según se le daba poco de todo; que de cualquiera manera que fuesen las cosas, las llevaba con una paz, que siempre la veían estar en un ser; (6)[6] tanto que le dijo una vez una hermana que parecía de unas personas que hay muy honradas, que aunque mueran de hambre, lo quieren más que no que lo sientan los de fuera, porque no podían creer que ella dejaba de sentir algunas cosas, aunque tan poco se le parecía.

7. Todo lo que hacía de labor y de oficios era con un fin que no dejaba perder el mérito, y así decía a las hermanas: «No tiene precio la cosa más pequeña que se hace, si va por amor de Dios; no habíamos de menear los ojos, hermanas, si no fuese por este fin y por agradarle». Jamás se entremetía en cosa que no estuviese a su cargo; así no veía falta de nadie, sino de sí. Sentía tanto que de ella se dijese ningún bien, que así traía cuenta con no le decir de nadie en su presencia, por no las dar pena. Nunca procuraba consuelo, ni en irse a la huerta ni en cosa criada; porque, según ella dijo, grosería sería (7)[7] buscar alivio de los dolores que nuestro Señor le daba; y así nunca pedía cosa sino lo que le daban: con eso pasaba. También decía que antes le sería cruz tomar consuelo en cosa que no fuese Dios. El caso es que, informándome yo de las de casa, no hubo ninguna que hubiese visto en ella cosa que pareciese sino de alma de gran perfección.

8. Pues venido el tiempo en que nuestro Señor la quiso llevar de esta vida, crecieron los dolores y tantos males juntos, que, para alabar a nuestro Señor de ver el contento como lo llevaba, la iban a ver algunas veces. En especial tuvo gran deseo de hallarse a su muerte el capellán que confiesa en aquel monasterio, que es harto siervo de Dios; que, como él la confesaba, teníala por santa. Fue servido que se le cumplió este deseo, que como estaba con tanto sentido y ya oleada, llamáronle para que, si hubiese menester aquella noche reconciliarla o ayudarla a morir. Un poco antes de las nueve, estando todas con ella y él lo mismo, como un cuarto de hora antes que muriese, se le quitaron todos los dolores; y con una paz muy grande, levantó los ojos y se le puso una alegría de manera en el rostro, que pareció como un resplandor; y ella estaba como quien mira a alguna cosa que la da gran alegría, porque así se sonrió por dos veces. Todas las que estaban allí y el mismo sacerdote fue tan grande el gozo espiritual y alegría que recibieron, que no saben decir más de que les parecía que estaban en el cielo. Y con esta alegría que digo, los ojos en el cielo, expiró, quedando como un ángel, que así podemos creer, según nuestra fe y según su vida, que la llevó Dios a descanso en pago de lo mucho que había deseado padecer por Él.

9. Afirma el capellán, y así lo dijo a muchas personas, que al tiempo de echar el cuerpo en la sepultura, sintió en él grandísimo y muy suave olor. También afirma la sacristana que de toda la cera que en su enterramiento y honras ardió, no halló cosa desminuida de la cera. Todo se puede creer de la misericordia de Dios. Tratando estas cosas con un confesor suyo de la Compañía de Jesús, con quien había muchos años confesado y tratado su alma, dijo que no era mucho ni él se espantaba, porque sabía que tenía nuestro Señor mucha comunicación con ella.

10. Plega a Su Majestad, hijas mías, que nos sepamos aprovechar de tan buena compañía como ésta y otras muchas que nuestro Señor nos da en estas casas. Podrá ser que diga alguna cosa de ellas, para que se esfuercen a imitar las que van con alguna tibieza, y para que alabemos todas al Señor que así resplandece su grandeza en unas flacas mujercitas.


            [1] En el autógrafo, el título de este capítulo no está escrito de mano de la Santa, sino de la misma que escribió el índice de capítulos del Camino, autógrafo escurialense.
          [2] Vistió el hábito en Valladolid el 8/9/1569 y profesó el 17/9/1570. Murió a los tres años, 5/5/1573 (?).
            [3] M. María Bautista, cf. c. 11, n. 3 nota.
            [4] En el n. 4 y ss.
           [5] Elipsis violenta: habría que leer rodeaba (en vez de rodear) o bien completar la frase: que rodeaba todo lo más que ella podía, para que...
            [6] Estar en un ser: sin alterarse.
       [7] La Santa omitió el sería, incurriendo una vez más en su típico desliz de haplografía: grosería sería.


COMENTARIO AL CAPÍTULO 12

Beatriz Óñez, modelo de carmelita

El presente capítulo tiene algo de extraño en el libro. En él se ofrece la semblanza de una carmelita modelo. También ella "de la casa del Adelantado de Castilla", si bien no de su familia. Por nombre Beatriz Óñez, que de Carmelita se trocará en Beatriz de la Encarnación.

Primer dato extraño es el título del capítulo, no escrito por la Santa sino por otra mano desmañada y extraña, cuyo estilo se mantendrá presente en los tres folios autógrafos del texto que sigue.

Relato excesivamente sobrecargado de superlativos y supervaloraciones. En solos los primeros números se reitera: agradecimiento grandísimo, grandísima caridad, trabajos grandísimos de terribles enfermedades, gravísimos dolores, dolores excesivos...; o bien el jamás, repetido siete veces, o el nunca, otras tantas, o el nunca jamás se quejó..., todo ello poco usual en el estilo teresiano.

La Santa no parece haber convivido con la biografiada. Se sirve de los relatos que le envían desde valladolid, donde la Hermana Beatriz ha sido la primera difunta, y cuyo tránsito ha impresionado tanto a las Hermanas, que han transmitido a aquélla panegíricos exaltados. Ella misma descalifica alguno de ellos. Escribe a la priora de la casa que le envíe otra relación, pero que "no lo fíe de Juliana, que las boberías y desatinos que decía en la relación de Beatriz de la Encarnación (Óñez) eran intolerables, por encarecer..." (carta 143, 6).

De hecho, la Santa se limitó a calcar y remodelar alguna de esas relaciones para insertarla en el relato que, a grandes trazos, se perfila así:

         – Presentación y elogio de Beatriz, su paciencia y obediencia (nn. 1‑2);
         – Episodio conmovedor y decisivo de los criminales llevados a la hoguera (n. 3);
         – Virtudes heroicas de Beatriz; sus enfermedades (nn. 4‑7);
         – Su muerte y entierro (nn. 8‑9);
         – Epílogo: proyecto de escribir más semblanzas modélicas (n. 10).

De Beatriz ignoramos la fecha de nacimiento. Oriunda de Arroyo de Santa Gadea (Burgos), es una de las primeras novicias del Carmelo de Valladolid, donde toma el hábito el 8.9.1569, y profesa al año siguiente el 17.9.1570, muriendo a los 3 años, el 5 de mayo de 1573.

A base de su biografía, la Santa propone en el capítulo un programa de virtudes para la lectora carmelita: ante todo la obediencia y la humildad; la oración por los pobres (los condenados a la hoguera son como "el Pranzini" de santa Teresita); el sentido de Dios en la vida ordinaria; el sufrimiento callado en las enfermedades: "Parecía de unas personas que hay muy honradas, que aunque mueran de hambre, lo quieren más que no que lo sientan los de fuera" (n. 6); la normal comunicación de espíritu con la priora ("con la priora trataba ella todas las cosas interiores", n. 5), el aprecio de las virtudes ajenas... Su lema fundamental: "No tiene precio la cosa más pequeña que se hace, si va por amor de Dios" (n. 7).

Como en otros casos, la Santa tiene cierta complacencia en exaltar ante sus lectoras la muerte ideal de la carmelita, "con una paz muy grande" (n. 8).

NOTAS DEL COMENTARIO

1. En el texto, Teresa hace suya la relación que se le ha enviado. De ahí la sensación de que ella misma ha asistido a los hechos narrados: "Que las palabras (de Beatriz "cuando llevaban a quemar" a unos criminales) puntualmente no me acuerdo" (n. 3), así como las puntualizaciones en la agonía de Beatriz: "Un poco antes de las nueve... Como un cuarto de hora antes que muriese" (n. 8). Sirven sin embargo para acentuar el realismo de la narración.

2. Contexto cronológico: La Santa abandona el Carmelo de Valladolid el 22 de febrero de 1569. Beatriz toma el hábito poco después: el 8 de septiembre. Cuando ésta muere en mayo de 1573, la Santa sigue de priora en la Encarnación de Ávila. Será, al menos, un año después de muerta Beatriz, cuando Teresa escriba el presente capítulo, probablemente en Segovia, 1574.


LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS

Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)