21.4.12

Capítulo 13 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 

Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 13
 
 
 
En que trata cómo se comenzó la primera casa de la Regla primitiva, y por quién de los descalzos carmelitas. Año de 1568 (1)[1].

1. Antes que yo fuese a esta fundación de Valladolid, como ya tenía concertado con el padre fray Antonio de Jesús, que era entonces prior en Medina, en Santa Ana, que es de la Orden del Carmen, y con fray Juan de la Cruz –como ya tengo dicho– (2)[2] de que serían los primeros que entrasen, si se hiciese monasterio de la primera Regla de Descalzos, y como yo no tuviese remedio para tener casa, no hacía sino encomendarlo a nuestro Señor; porque –como he dicho– ya estaba satisfecha de estos padres (3)[3]. Porque al padre fray Antonio de Jesús había el Señor bien ejercitado un año que había que yo lo había tratado con él, en trabajos y llevádolo con mucha perfección. Del padre fray Juan de la Cruz ninguna prueba había menester, porque aunque estaba entre los del paño, calzados, siempre había hecho vida de mucha perfección y religión. Fue nuestro Señor servido que como me dio lo principal, que eran frailes que comenzasen, ordenó lo de demás.


2. Un caballero de Ávila, llamado don Rafael (4), con quien yo jamás había tratado, no sé cómo –que no me acuerdo– vino a entender que se quería hacer un monasterio de Descalzos; y vínome a ofrecer que me daría una casa que tenía en un lugarcillo de hartos pocos vecinos (5)[4], que me parece no serían veinte –que no me acuerdo ahora–, que la tenía allí para un rentero que recogía el pan de renta que tenía allí. Yo, aunque vi cuál debía ser, alabé a nuestro Señor y agradecíselo mucho. Díjome que era camino de Medina del Campo, que iba yo por allí para ir a la fundación de Valladolid, que es camino derecho y que la vería. Yo dije que lo haría, y aun así lo hice, que partí de Ávila por junio con una compañera y con el padre Julián Dávila, que era el sacerdote que he dicho (6)[5] que me ayudaba a estos caminos, capellán de San José de Ávila.

3. Aunque partimos de mañana, como no sabíamos el camino, errámosle; y como el lugar es poco nombrado, no se hallaba mucha relación de él (7)[6]. Así anduvimos aquel día con harto trabajo, porque hacía muy recio sol. Cuando pensábamos estábamos cerca, había otro tanto que andar. Siempre se me acuerda del cansancio y desvarío que traíamos en aquel camino. Así llegamos poco antes de la noche.

Como entramos en la casa, estaba de tal suerte, que no nos atrevimos a quedar allí aquella noche por causa de la demasiada poca limpieza que tenía y mucha gente del agosto (8)[7]. Tenía un portal razonable y una cámara doblada con su desván, y una cocinilla. Este edificio todo tenía nuestro monasterio. Yo consideré que en el portal se podía hacer iglesia y en el desván coro, que venía bien, y dormir en la cámara.

Mi compañera, aunque era harto mejor que yo y muy amiga de penitencia, no podía sufrir que yo pensase hacer allí monasterio, y así me dijo: «Cierto, madre, que no haya espíritu, por bueno que sea, que lo pueda sufrir. Vos no tratéis de esto». El padre que iba conmigo, aunque le pareció lo que a mi compañera, como le dije mis intentos, no me contradijo (9)[8]. Fuímonos a tener la noche en la iglesia, que para el cansancio grande que llevábamos no quisiéramos tenerla en vela.

4. Llegados a Medina, hablé luego con el padre fray Antonio, y díjele lo que pasaba y que si tendría corazón para estar allí algún tiempo, que tuviese cierto que Dios lo remediaría presto, que todo era comenzar (paréceme tenía tan delante lo que el Señor ha hecho, y tan cierto –a manera de decir– como ahora que lo veo, y aun mucho más de lo que hasta ahora he visto; que al tiempo que ésta escribo hay diez monasterios de Descalzos (10)[9] por la bondad de Dios), y que creyese que no nos daría la licencia el provincial pasado ni el presente (que había de ser con su consentimiento, según dije al principio) (11)[10], si nos viesen en casa muy medrada, dejado que no teníamos remedio de ella, y que en aquel lugarcillo y casa que no harían caso de ellos. A él le había puesto Dios más ánimo que a mí; y así dijo que no sólo allí, mas que estaría en una pocilga. Fray Juan de la Cruz estaba en lo mismo.

5. Ahora nos quedaba alcanzar la voluntad de los dos padres que tengo dichos, porque con esa condición había dado la licencia nuestro padre General. Yo esperaba en nuestro Señor de alcanzarla, y así dejé al padre fray Antonio que tuviese cuidado de hacer todo lo que pudiese en allegar algo para la casa. Yo me fui con fray Juan de la Cruz a la fundación que queda escrita de Valladolid (12)[11]. Y como estuvimos algunos días con oficiales para recoger la casa, sin clausura, había lugar para informar al padre fray Juan de la Cruz de toda nuestra manera de proceder, para que llevase bien entendidas todas las cosas, así de mortificación como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas, que todo es con tanta moderación, que sólo sirve de entender allí las faltas de las hermanas y tomar un poco de alivio para llevar el rigor de la Regla. Él era tan bueno, que al menos yo podía mucho más deprender de él que él de mí; mas esto no era lo que yo hacía, sino el estilo del proceder las hermanas.

6. Fue Dios servido que estaba allí el provincial de nuestra Orden, de quien yo había de tomar el beneplácito, llamado fray Alonso González. Era viejo y harto buena cosa y sin malicia. Yo le dije tantas cosas y de la cuenta que daría a Dios si tan buena obra estorbaba, cuando se la pedí, y Su Majestad que le dispuso –como quería que se hiciese–, que se ablandó mucho. Venida la señora doña María de Mendoza y el obispo de Ávila, su hermano, que es quien siempre nos ha favorecido y amparado, lo acabaron con él y con el padre fray Ángel de Salazar, que era el Provincial pasado, de quien yo temía toda la dificultad. Mas ofreciose entonces cierta necesidad que tuvo menester el favor de la señora doña María de Mendoza, y esto creo ayudó mucho, dejado que, aunque no hubiera esta ocasión, se lo pusiera nuestro Señor en corazón, como al padre General, que estaba bien fuera de ello.

7. ¡Oh, válgame Dios, qué de cosas he visto en estos negocios, que parecían imposibles y cuán fácil ha sido a Su Majestad allanarlas! ¡Y qué confusión mía es, viendo lo que he visto, no ser mejor de lo que soy! Que ahora que lo voy escribiendo, me estoy espantando y deseando que nuestro Señor dé a entender a todos cómo en estas fundaciones no es casi nada lo que hemos hecho las criaturas. Todo lo ha ordenado el Señor por unos principios tan bajos, que sólo Su Majestad lo podía levantar en lo que ahora está. Sea por siempre bendito, amén.

 

            [1] En orden... cómo y por quién se comenzó la p. casa de la Regla primitiva de los descalzos c. – Véase este mismo giro en el n. 1: monasterio de la 1ª Regla de descalzos.
            [2] En el c. 3, nn. 16-17. – La Santa escribió esta vez fray Juan de la †.
            [3] En realidad, sólo de fray Juan de la Cruz estaba satisfecha. Por dos veces ha dicho del P. Antonio que «con todo esto, no estaba muy satisfecha de él» (c. 3, n. 16), y que «todavía no estaba tan satisfecha del prior» (c. 3, n. 17).
            [4] Llamábase D. Rafael Mejía Velázquez, como constaba en el libro primitivo de Duruelo.
            [5] Cf. c. 3, n. 2 y c. 10, n. 4.
            [6] De Duruelo a Ávila había 8 ó 9 leguas de camino. – Eran más nombrados los Duruelos de Segovia y Soria.
            [7] Gente del agosto. No se atrevieron a quedarse en aquella alquería aquella noche, no solamente por el abandono y poca limpieza que había en toda la casa, sino más bien a causa de la gran cantidad de parásitos de verano que había en ella.
            [8] La compañera era Antonia del Espíritu Santo, una de «las cuatro primitivas» de San José de Ávila. – El Padre era Julián de Ávila, a quien la casa pareció «de gran pobreza, a manera de alcairía (= alquería)»: Vida de Santa Teresa (Madrid, 1881, parte II, c. 8, p. 265.
            [9] A saber, los conventos de descalzos fundados hasta entonces eran: Duruelo (trasladado a Mancera en junio de 1570), Pastrana, Alcalá de Henares, Altomira, La Roda, San Juan del Puerto, Granada, La Peñuela y Los Remedios de Sevilla. En total nueve, no diez como indica la Santa, a no ser que el presente capítulo esté escrito después de 1575, año en que se fundó el convento de Almodóvar del Campo, inaugurado en marzo de ese año.
            [10] En el c. 2, n. 5. – Provincial pasado: Ángel de Salazar. Provincial presente: Alonso González. – Dejado que no teníamos remedio de ella: además de no tener medio de adquirirla.
            [11] Cf. el c. 10, n. 4.


COMENTARIO AL CAPÍTULO 13

Duruelo a la vista

Es ya el año 1568. La Santa no ha renunciado a su proyecto de fundar Descalzos. Al menos las dos casas permitidas el año anterior por el P. General. A éste se lo había propuesto, primero, a través del Obispo don Álvaro, con respuesta negativa. Luego insistió ella por carta y el P. General accedió antes de salir de España: firmó su licencia en Barcelona.

La idea de la Madre Teresa era clara: "Cuán necesario era, si se hacían monasterios de monjas, que hubiese frailes de la misma Regla" (c. 2, 5). Así pensaba en el momento mismo en que decidía la expansión de los Carmelos femeninos más allá de Ávila.

Ahora, el presente capítulo cuenta los preparativos de la fundación. Va a ser en un pueblecito perdido de la provincia de Ávila, que ella no acierta a mencionar por su nombre en todo el texto. Lo llamará con el cariñoso diminutivo de "un lugarcillo" (n. 2), "aquel lugarcillo y casa" (n. 4), "como el lugar es poco nombrado, no se hallaba mucha noticia de él" (n. 3).

El relato sigue un trazado lineal:

         – Antecedentes de la fundación (n. 1);
         – El local ofrecido en Duruelo (nn. 2‑3);
         – Los dos frailes fundadores (n. 4);
         – La licencia de los superiores provinciales (nn. 5‑6);
         – Todo obra de Dios. ¡Amén! (n. 7).

Los preparativos habían sido mínimos, pero importantes: Teresa había encontrado a dos carmelitas plenamente disponibles: Antonio Heredia, de casi 60 años, y fray Juan, de unos 26. "Fraile y medio", comentó a sus monjas humorizando. Y hace reiteradamente el más colmado elogio de fray Juan (n. l).

Ella misma emprende una tortuosa cabalgata hasta Duruelo y queda consternada, pero no defraudada. Ha aceptado la oferta del abulense don Rafael y, pese a la oscuridad de la tarde (era a finales de junio), recorre las estancias destartaladas y hace de tracista improvisada del posible convento. "Yo consideré que en el portal se podía hacer Iglesia, y en el desván coro, que venía bien, y dormir en la cámara (que era una cámara doblada)". Había notado también la existencia de "una cocinilla": ¿haría a la vez de comedor?

Era un proyecto de fantasía, como la fábula de la lechera. De sus dos compañeros, Julián de Ávila calla, pero la Hermana Antonia se lo canta claro: "Cierto, Ma dre, que no haya espíritu, por bueno que sea, que lo pueda sufrir. Vos no tratéis esto" (n. 3).

Pero la Madre, apenas llegada a Medina, lo expone a los dos pioneros de la empresa, y los dos consienten (n. 4). Y ahora viene lo más importante: la Santa lleva consigo a fray Juan de la Cruz a lu fundación de Valladolid. Ella misma le corta y cose el nuevo hábito de descalzo. Lo informa "de toda nuestra manera de proceder", y lo entrena "en el estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas" (n. 5).

E inmediatamente lo envía a Ávila, a ultimar los trámites y preparativos de Duruelo. Pone en su mano una carta de recomendación para el "caballero santo", Francisco de Salcedo, en que hace el más cálido elogio del futuro descalzo, tal como ella lo ve en ese momento. Le dice: "Hable vuestra merced a este padre (a fray Juan) –suplícoselo– y favorézcalo en este negocio, que aunque es chico, entiendo es grande en los ojos de Dios..., porque es cuerdo y propio para nuestro modo, y así creo le ha llamado nuestro Señor para esto. No hay fraile que no diga bien de él, porque ha sido su vida de gran penitencia. Aunque ha poco tiempo, mas parece le tiene el Señor de su mano... Ánimo lleva, mas como es solo, ha menester lo que nuestro Señor le da, para que lo tome tan a pechos" (carta 13, 2: de septiembre 1568).

Y todavía insiste la Santa en la postdata: "Torno a pedir en limosna a vuestra merced me hable a este padre, y aconseje lo que le pareciere para su modo de vivir. Mucho me ha animado el espíritu que el Señor le ha dado y la virtud entre tantas ocasiones, para pensar llevamos buen principio. Tiene harta oración y buen entendimiento. Llévele el Señor adelante".

Entre tanto, la Santa se las arregla para conseguir la licencia de los dos Provinciales –el presente y el saliente– de los carmelitas de Castilla, como había exigido el P. General.

Y la fundación queda en puertas. La narrará en el capítulo siguiente. Pero antes se dirige al verdadero autor y protagonista de la empresa. No es ella quien maneja los hilos. "Todo lo ha ordenado el Señor por unos principios tan bajos, que solo Su Majestad lo podía levantar en lo que ahora está. ¡Sea por siempre bendito, amén!" (n. 7).

Era la misma convicción que había expresado al comienzo del capítulo: "Dios le dio lo principal, que eran los frailes..., y Él ordenó todo lo demás".

NOTAS DEL COMENTARIO

1. Marco cronológico:
         – La idea de fundar Descalzos surge en Ávila, en la primavera de 1567;
         – Rubeo imparte la licencia en Barcelona el 10 de agosto de ese año;
         – La Santa funda el Carmelo de Medina, agosto de 1567. (Fundará en 1568 los Carmelos de Malagón y Valladolid);
         – Primera propuesta a fray Juan de la Cruz, agosto de 1567, en Medina;
         – Don Rafael Mejía ofrece a la Santa su alquería de Duruelo, junio de 1568;
         – Primera visita de la Santa a la alquería de Duruelo, 30 de junio de 1568;      – Información y aprendizaje de fray Juan en Valladolid, agosto‑septiembre de 1568;
         – Envío de fray Juan a Ávila para ulteriores trámites, 30 de septiembre de 1568;
         – La inauguración del convento de Duruelo será el 28 de noviembre de 1568.

2. Personas mencionadas en el capítulo. En el breve relato comparecen unas once personas. Son, en orden de mención:
         – Los dos candidatos de la fundación,"fray Antonio de Jesús, que era entonces prior en Medina" en el convento de los carmelitas, y "fray Juan de la Cruz";
         – El abulense donante de la finca de Duruelo, Don Rafael Mejía;
         – Los dos acompañantes de la Santa en el viaje a Medina: la carmelita de San José, Antonia del Espíritu Santo, y el capellán del mismo Carmelo abulense, Julián de Ávila;
         – Los tres prelados carmelitas que dan su consentimiento: el P. General Juan Bautista Rubeo, que otorga la licencia, el provincial carmelita de Castilla, Alonso Gutiérrez, y su predecesor en el cargo, Ángel de Salazar;
         – El Obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza, que "siempre nos ha favorecido y amparado", y su hermana doña María de Mendoza, que facilita el consentimiento del P. Salazar;
         – Y a lo largo del episodio, la propia Madre Teresa, que lo inspira y promueve.


LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS

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Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)