6.5.12

Capítulo 15 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 

Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 15


En que se trata de la fundación del monasterio del glorioso San José en la ciudad de Toledo, que fue el año de 1569.

1. Estaba en la ciudad de Toledo un hombre honrado y siervo de Dios, mercader, el cual nunca se quiso casar, sino hacía una vida como muy católico, hombre de gran verdad y honestidad. Con trato lícito allegaba su hacienda con intento de hacer de ella una obra que fuese muy agradable al Señor. Diole el mal de la muerte. Llamábase Martín Ramírez. Sabiendo un padre de la Compañía de Jesús, llamado Pablo Hernández, con quien yo estando en este lugar me había confesado cuando estaba concertando la fundación de Malagón, el cual tenía mucho deseo de que se hiciese un monasterio de éstos en este lugar, fuele a hablar, y díjole el servicio que sería de nuestro Señor tan grande, y cómo los capellanes y capellanías que quería hacer las podía dejar en este monasterio, y que se harían en él ciertas fiestas y todo lo demás que él estaba determinado dejar en una parroquia de este lugar (1)[1].


2. El estaba ya tan malo, que para concertar esto vio no había tiempo, y dejolo todo en las manos de un hermano que tenía, llamado Alonso Álvarez Ramírez, y con esto le llevó Dios (2)[2]. Acertó bien; porque es este Alonso Álvarez hombre harto discreto y temeroso de Dios y de mucha verdad y limosnero y llegado a toda razón, que de él, que le he tratado mucho, como testigo de vista, puedo decir esto con gran verdad.

3. Cuando murió Martín Ramírez, aún me estaba yo en la fundación de Valladolid, adonde me escribió el padre Pablo Hernández, de la Compañía, y el mismo Alonso Álvarez, dándome cuenta de lo que pasaba y que si quería aceptar esta fundación me diese prisa a venir; y así me partí poco después que se acabó de acomodar la casa. Llegué a Toledo víspera de nuestra Señora de la Encarnación (3)[3], y fuime en casa de la señora doña Luisa, que es adonde había estado otras veces, y la fundadora de Malagón. Fui recibida con gran alegría, porque es mucho lo que me quiere. Llevaba dos compañeras de San José de Ávila, harto siervas de Dios (4)[4]. Diéronnos luego un aposento, como solían, adonde estábamos con el recogimiento que en un monasterio.

4. Comencé luego a tratar de los negocios con Alonso Álvarez y un yerno suyo, llamado Diego Ortiz, que era, aunque muy bueno y teólogo, más entero en su parecer que Alonso Álvarez; no se ponía tan presto en la razón. Comenzáronme a pedir muchas condiciones, que yo no me parecía convenía otorgar. Andando en los conciertos y buscando una casa alquilada para tomar la posesión, nunca la pudieron hallar –aunque se buscó mucho– que conviniese; ni yo tampoco podía acabar con el gobernador que me diese la licencia (que en este tiempo no había Arzobispo) (5)[5], aunque esta señora adonde estaba lo procuraba mucho y un caballero que era canónigo en esta iglesia, llamado don Pedro Manrique, hijo del Adelantado de Castilla: era muy siervo de Dios, y lo es, que aún es vivo, y con tener bien poca salud, unos años después que se fundó esta casa se entró en la Compañía de Jesús, adonde está ahora (6)[6]; era mucha cosa en este lugar, porque tiene mucho entendimiento y valor; con todo, no podía acabar que me diesen esta licencia, porque cuando tenía un poco blando el Gobernador, no lo estaban los del Consejo (7)[7]. Por otra parte, no nos acabábamos de concertar Alonso Álvarez y yo, a causa de su yerno, a quien él daba mucha mano (8)[8]. En fin, vinimos a desconcertarnos del todo.

5. Yo no sabía qué me hacer, porque no había venido a otra cosa y veía que había de ser mucha nota irme sin fundar. Con todo, tenía más pena de no me dar la licencia que de lo demás; porque entendía que, tomada la posesión, nuestro Señor lo proveería, como había hecho en otras partes. Y así me determiné de hablar al Gobernador, y fuime a una iglesia que está junto con su casa y enviele a suplicar que tuviese por bien de hablarme. Había ya más de dos meses que se andaba en procurarlo y cada día era peor. Como me vi con él, díjele que era recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir en tanto rigor y perfección y encerramiento, y que los que no pasaban nada de esto, sino que se estaban en regalos, quisiesen estorbar obras de tanto servicio de nuestro Señor. Estas y otras hartas cosas le dije con una determinación grande que me daba el Señor. De manera le movió el corazón, que antes que me quitase de con él, me dio la licencia.

6. Yo me fui muy contenta, que me parecía ya lo tenía todo, sin tener nada; porque debían ser hasta tres o cuatro ducados lo que tenía, con que compré dos lienzos (9)[9] (porque ninguna cosa tenía de imagen para poner en el altar) y dos jergones y una manta. De casa no había memoria. Con Alonso Álvarez ya estaba desconcertada. Un mercader, amigo mío, del mismo lugar, que nunca se ha querido casar, ni entiende sino en hacer buenas obras con los presos de la cárcel, y otras muchas obras buenas que hace, y me había dicho que no tuviese pena, que él me buscaría casa (llámase Alonso de Ávila), cayome malo. Algunos días antes había venido a aquel lugar un fraile francisco llamado fray Martín de la Cruz, muy santo. Estuvo algunos días y cuando se fue, enviome un mancebo que él confesaba, llamado Andrada, nonada rico, sino harto pobre, a quien él rogó hiciese todo lo que yo le dijese. Él, estando un día en una iglesia en misa, me fue a hablar y a decir lo que le había dicho aquel bendito, y que estuviese cierta que en todo lo que él podía que lo haría por mí, aunque sólo con su persona podía ayudarnos. Yo se lo agradecí, y me cayó harto en gracia y a mis compañeras más ver el ayuda que el santo nos enviaba, porque su traje no era para tratar con Descalzas.

7. Pues como yo me vi con la licencia y sin ninguna persona que me ayudase, no sabía qué hacer ni a quién encomendar que me buscase una casa alquilada. Acordóseme del mancebo que me había enviado fray Martín de la Cruz y díjelo a mis compañeras. Ellas se rieron mucho de mí y dijeron que no hiciese tal, que no serviría de más de descubrirlo (10)[10]. Yo no las quise oír, que, por ser enviado de aquel siervo de Dios, confiaba había de hacer algo y que no había sido sin misterio. Y así le envié a llamar y le conté con todo el secreto que yo le pude encargar, lo que pasaba, y que para este fin le rogaba me buscase una casa, que yo daría fiador para el alquiler. Este era el buen Alonso de Ávila, que he dicho (11)[11] que me cayó malo. A él se le hizo muy fácil y me dijo que la buscaría. Luego, otro día de mañana, estando en misa en la Compañía de Jesús, me vino a hablar y dijo que ya tenía la casa, que allí traía las llaves, que cerca estaba, que la fuésemos a ver, y así lo hicimos; y era tan buena, que estuvimos en ella un año casi (12)[12].

8. Muchas veces, cuando considero en esta fundación, me espantan las trazas de Dios; que había casi tres meses –al menos más de dos, que no me acuerdo bien– que habían andado dando vuelta a Toledo para buscarla personas tan ricas y, como si no hubiera casas en él, nunca la pudieron hallar, y vino luego este mancebo, que no lo era, sino harto pobre, y quiere el Señor que luego la halla; y que pudiéndose fundar sin trabajo estando concertada con Alonso Álvarez, que no lo estuviese, sino bien fuera de serlo, para que fuese la fundación con pobreza y trabajo.

9. Pues como nos contentó la casa, luego di orden para que se tomase la posesión antes que en ella se hiciese ninguna cosa, porque no hubiese algún estorbo; y bien en breve me vino a decir el dicho Andrada que aquel día se desembarazaba la casa, que llevásemos nuestro ajuar. Yo le dije que poco había que hacer, que ninguna cosa teníamos sino dos jergones y una manta. Él se debía espantar. A mis compañeras les pesó de que se lo dije, y me dijeron que cómo lo había dicho, que de que nos viese tan pobres no nos querría ayudar. Yo no advertí en eso y a él le hizo poco al caso; porque quien le daba aquella voluntad, había de llevarla adelante hasta hacer su obra; y es así que con la que él anduvo en acomodar la casa y traer oficiales, no me parece le hacíamos ventaja. Buscamos prestado aderezo para decir misa, y con un oficial nos fuimos, a boca de noche, con una campanilla, para tomar la posesión, de las que se tañen para alzar, que no teníamos otra; y con harto miedo mío anduvimos toda la noche aliñándolo, y no hubo adónde hacer la iglesia sino en una pieza, que la entrada era por otra casilla, que estaba junto, que tenían unas mujeres, y su dueño también nos la había alquilado.

10. Ya que lo tuvimos todo a punto que quería amanecer y no habíamos osado decir nada a las mujeres porque no nos descubriesen, comenzamos a abrir la puerta, que era de un tabique, y salía a un patiecillo bien pequeño. Como ellas oyeron golpes, que estaban en la cama, levantáronse despavoridas. Harto tuvimos que hacer en aplacarlas, mas ya era a hora que luego se dijo la misa y aunque estuvieran recias, no nos hicieran daño; y como vieron para lo que era, el Señor las aplacó (13)[13].

11. Después veía yo cuán mal lo habíamos hecho, que entonces con el embebecimiento que Dios pone para que se haga la obra, no se advierten los inconvenientes. Pues, cuando el dueño de la casa supo que estaba hecha iglesia, fue el trabajo, que era mujer de un mayorazgo. Era mucho lo que hacía. Con parecerle que se la compraríamos bien, si nos contentaba, quiso el Señor que se aplacó. Pues cuando los del Consejo supieron que estaba hecho el monasterio, que ellos nunca habían querido dar licencia, estaban muy bravos, y fueron en casa de un señor de la iglesia (a quien yo había dado parte en secreto) (14)[14], diciendo que querían hacer y acontecer. Porque el Gobernador habíasele ofrecido un camino después que me dio la licencia y no estaba en el lugar. Fuéronlo a contar a éste que digo, espantados de tal atrevimiento que una mujercilla, contra su voluntad, les hiciese un monasterio. Él hizo que no sabía nada y aplacolos lo mejor que pudo, diciendo que en otros cabos lo había hecho y que no sería sin bastantes recaudos (15)[15].

12. Ellos, desde a no sé cuántos días, nos enviaron una descomunión para que no se dijese misa hasta que mostrase los recaudos con que se había hecho. Yo les respondí muy mansamente que haría lo que mandaban, aunque no estaba obligada a obedecer en aquello. Y pedí a don Pedro Manrique, el caballero que he dicho (16)[16], que los fuese a hablar y a mostrar los recaudos. Él los allanó, como ya estaba hecho; que si no, tuviéramos trabajo.

13. Estuvimos algunos días con los jergones y la manta, sin más ropa, y aun aquel día ni una seroja de leña no teníamos (17)[17] para asar una sardina, y no sé a quién movió el Señor que nos pusieron en la iglesia un hacecito de leña, con que nos remediamos. A las noches se pasaba algún frío, que le hacía; aunque con la manta y las capas de sayal que traemos encima nos abrigábamos, que muchas veces nos aprovechan. Parecerá imposible, estando en casa de aquella señora (18)[18] que me quería tanto, entrar con tanta pobreza. No sé la causa, sino que quiso Dios que experimentásemos el bien de esta virtud. Yo no se lo pedí, que soy enemiga de dar pesadumbre; y ella no advirtió, por ventura; que más que lo que nos podía dar le soy a cargo (19)[19].

14. Ello fue harto bien para nosotras, porque era tanto el consuelo interior que traíamos y la alegría, que muchas veces se me acuerda lo que el Señor tiene encerrada en las virtudes: como una contemplación suave me parece causaba esta falta que teníamos, aunque duró poco, que luego nos fueron proveyendo más de lo que quisiéramos el mismo Alonso Álvarez y otros. Y es cierto que era tanta mi tristeza, que no me parecía sino como si tuviera muchas joyas de oro y me las llevaran y dejaran pobre; así sentía pena de que se nos iba acabando la pobreza, y mis compañeras lo mismo; que como las vi mustias, les pregunté qué habían, y me dijeron: «¡Qué hemos de haber, Madre!: que ya no parece somos pobres».

15. Desde entonces me creció deseo de serlo mucho, y me quedó señorío para tener en poco las cosas de bienes temporales; pues su falta hace crecer el bien interior, que cierto trae consigo otra hartura y quietud.

En los días que había tratado de la fundación con Alonso Álvarez, eran muchas las personas a quien parecía mal, y me lo decían, por parecerles que no eran ilustres y caballeros, aunque harto buenos en su estado –como he dicho– (20)[20], y que en un lugar tan principal como éste de Toledo que no me faltaría comodidad. Yo no reparaba mucho en esto, porque, gloria sea a Dios, siempre he estimado en más la virtud que el linaje; mas habían ido tantos dichos al Gobernador, que me dio la licencia con esta condición que fundase yo como en otras partes.

16. Yo no sabía qué hacer, porque hecho el monasterio, tornaron a tratar del negocio; mas como ya estaba fundado, tomé este medio de darles la capilla mayor y que en lo que toca al monasterio no tuviesen ninguna cosa, como ahora está. Ya había quien quisiese la capilla mayor, persona principal, y había hartos pareceres, no sabiendo a qué me determinar. Nuestro Señor me quiso dar luz en este caso, y así me dijo una vez cuán poco al caso harían delante del juicio de Dios estos linajes y estados; y me hizo una reprensión grande porque daba oídos a los que me hablaban en esto, que no eran cosas para los que ya tenemos despreciado el mundo (21)[21].

17. Con estas y otras razones yo me confundí harto y determiné concertar lo que estaba comenzado de darles la capilla, y nunca me ha pesado; porque hemos visto claro el mal remedio que tuviéramos para comprar casa, porque con su ayuda compramos en la que ahora están, que es de las buenas de Toledo, que costó doce mil ducados y, como hay tantas misas y fiestas, está muy a consuelo de las monjas, y hácele a los del pueblo. Si hubiera mirado a las opiniones vanas del mundo, a lo que podemos entender, era imposible tener tan buena comodidad, y hacíase agravio a quien con tan buena voluntad nos hizo esta caridad.

 Notas del texto teresiano capítulo 14

            [1] Al interés del P. Hernández por la fundación, respondió la Santa enviándole un poder para tratar en su nombre (véase en B.M.C., t. 5, pp. 411-412). – La cronología de esta efemérides puede fijarse así: el 21/2/1569 sale la Santa de Valladolid; se detiene en Ávila de donde parte a mediados de marzo: el 24 llega a Toledo.
            [2] Murió el 31 de octubre de 1568.
            [3] Hoy decimos «Anunciación»; era el 24 de marzo de 1569. Se hospedaba en casa de doña Luisa de la Cerda (cf. c. 9, n. 4).
            [4] Isabel de San Pablo e Isabel de Santo Domingo, muy famosa la segunda (cf. Epistolario): quedó de Priora en Toledo, pasó luego de Priora a Pastrana (1569), donde se enfrentará con la terrible princesa de Eboli (cf. c. 17, n. 17) y se trasladará con monjas y ajuar en una retirada épica a Segovia (1574), siendo después todavía Priora de Zaragoza (1588) y Ocaña (1598).
            [5] Era Arzobispo el célebre Bartolomé Carranza, entonces envuelto en el tristemente famoso proceso inquisitorial.
            [6] D. Pedro Manrique era tío de Casilda de Padilla, cuya historia nos ha referido la Santa: cc. 10-11.
            [7] Este Gobernador era el presidente del Consejo eclesiástico de Gobernación, que administraba los bienes de la primada diócesis de Toledo. Lo era entonces D. Gómez Tello Girón.
            [8] Daba mucha mano: apoyaba, daba poderes.
            [9] Estos dos cuadros (de 1,30 x 1,07; y de 1,12 x 0,82) se veneran aún en la Comunidad y representan, el uno a Jesús caído bajo la cruz, y el otro al Señor sentado y sumergido en profunda meditación.
            [10] No serviría de más de descubrirlo: no serviría sino para hacer público el secreto plan de fundación.
            [11] En el n. 6.
            [12] Desde el 14 de mayo hasta fines del mismo mes de 1570.
            [13] Un episodio delicado: aquella mañana entra en la iglesia un niño «de la calle», y al verla tan aliñada y aseada, exclama en voz alta: «¡Bendito sea Dios, y qué lindo está esto!». Y la Santa a sus monjitas: «Por solo este acto de gloria de Dios que ha hecho este angelico, doy por bien empleado el trabajo de esta fundación» (FRANCISCO DE S. M., Reforma de los Descalzos, t. I, P. II, c. 24, p. 285).
            [14] El mencionado D. Pedro Manrique (cf. n. 4). – Que querían hacer y acontecer: bravata de quien lanza amenazas con palabras gruesas.
            [15] Diciendo que en otros cabos lo había hecho, es decir, que en otras ciudades había fundado, y de seguro procedería con la debida autorización (cf. n. 15 fin). – Recaudos: poderes y documentos probatorios, como en el n. 12.
            [16] En los nn. 4 y 11.
            [17] Seroja: hoja seca, hojarasca, desperdicios de leña.
            [18] Doña Luisa de la Cerda.
            [19] Le soy a cargo: le estoy en deuda.
            [20] Cf. nn. 2 y 1.
            [21] Refiere esta misma intervención del Señor en la Relación 8, en términos más precisos: «Estando en el monasterio de Toledo,y aconsejándome algunos que no diese el enterramiento de él a quien no fuese caballero, díjome el Señor: Mucho te desatinará, hija, si miras a las leyes del mundo. Pon los ojos en mí, pobre y despreciado de él; ¿por ventura serán los grandes del mundo, grandes delante de mí, o habéis vosotras de ser estimadas por linajes, o por virtudes?».

COMENTARIO AL CAPÍTULO 15

Fundación del Carmelo de Toledo

Al Carmelo de Toledo le solía llamar la Santa en tono coloquial, humorísticamente bivalente, "la quinta", o bien, "su quinta": quinta fundación / quinta de descanso. Pese a lo cual, fue una de sus fundaciones más accidentadas, más embrolladas en la madeja de clases sociales y de prejuicios inveterados en la España de su época. Toledo es una de las ciudades más populosas de España, en torno a los 70.000 habitantes en 1569. Famosa por la cohabitación de judíos, musulmanes y cristianos. Es la ciudad en que los ancestros de Teresa pagaron con el sambenito público su ascendencia judía, y donde, promediado el siglo XVI, el Arzobispo J. Martínez Silíceo promueve (1547) el estatuto de limpieza de sangre.

Ahora, cuando Teresa llega a la ciudad imperial (1569), hace diez años que su Arzobispo Bartolomé de Carranza ha sido detenido por la Inquisición (1559) y trasladado a Roma por exigencia de Pío V (1567). De suerte que Teresa tendrá que habérselas con el suplente gobernador Gómez Tello Girón, en clima de fuertes tensiones. Carranza morirá en Roma el año 1576.

Alguno de esos problemas lo comprobará en vivo la Santa en el enredijo de esta fundación.

El relato del capítulo se articula en tres tiempos:

         – Primer proyecto de fundación y su fracaso, si bien Teresa obtiene la doble licencia, civil y eclesiástica (nn. 1‑5);
         – Segundo proyecto: alquiler de casa con la ayuda del joven Andrada. Fundación, y fuerte oposición del Consejo diocesano (nn. 6‑14);
         – Se reanuda el proyecto primero. Fundación definitiva (nn. 15‑17).

La fundación se inicia con un diálogo a distancia entre la Madre Teresa (en Valladolid), y Martín Ramírez y el jesuita Pablo Hernández (en Toledo). De pronto, fallece el primero de estos dos, y Teresa, que rápidamente se desplaza a Toledo, reanuda el diálogo con sus familiares.

Los Ramírez son ricos mercaderes. Sin el marchamo de la nobleza. Pero tan exigentes en sus propuestas, que ni logran licencia, ni casa para fundar, ni se avienen con la Santa. De suerte que el inicial "concierto", termina en neto "desconcierto" (n. 6). Habían sido muchos los que desaprobaban ese proyecto de fundación, patrocinada por unos mercaderes sin linaje, ni hidalgos ni caballeros.

Cansada de esperar, la Santa afronta personalmente al gobernador eclesiástico de la diócesis, don Gómez Tello Girón, obtiene in situ la inasequible licencia oral, y tramita con el pobrecillo Andrada el alquiler de una casa, gracias a un fiador amigo, Alonso de Ávila. Y se erige la fundación en suma pobreza. Con solas tres monjas. Sin el apoyo de doña Luisa de la Cerda en cuyo palacio se habían alojado, ya que también doña Luisa pertenece al grupo de los linajudos caballeros toledanos; y frente a los señores del Consejo diocesano, que "se ponen muy bravos", amenazan con "hacer y acontecer" y envían a las monjas "una descomunión para que no se dijese misa hasta que (Teresa) mostrase los recaudos con que se había hecho" (n. 12).

Ahora son los mercaderes quienes vuelven sobre sus pasos. Hacen a la Santa propuestas más aceptables, si bien sigue el rumoreo de la clase linajuda: "Eran muchas las personas a quien parecía mal. Y me lo decían" (n. 15). Teresa misma tiene su perplejidad, a pesar de que "yo –dice– siempre he estimado en más la virtud que el linaje. Mas habían ido tantos dichos al gobernador, que me dio la licencia con esta condición: que fundase yo como en otras partes" (n. 15).

Es el momento en que interviene la voz interior del Señor, "que me quiso dar luz en este caso, y así me dijo una vez cuán poco caso harían delante del juicio de Dios estos linajes y estados, y me hizo una reprensión grande porque daba oídos a los que me hablaban en esto..." (n. 16). Ese episodio interior lo refiere ella más detalladamente en la Relación 8, buen complemento del presente relato.

La Santa y sus compañeras estrenan la casa en mayo de 1570.
 
NOTAS del comentario:

1. Marco cronológico de la fundación:
         – Martín Ramírez muere el 31.10.1568;
         – La Santa delega su facultad de fundación en el jesuita Pablo Hernández: 7.12.1568;
         – Sale de Valladolid hacia Ávila y Toledo el 21.2.1569;
         – Llega a Toledo el 24.3.1569;
         – Residen ella y sus dos compañeras más de un mes en casa de doña Luisa;
         – Están en la casa alquilada desde el 14.5.1569 hasta junio de 1570;
         – Licencia firmada de D. Gómez Tello: 8.5.1569;
         – Concierto entre la Santa y los familiares de M. Ramírez: 18.5.1570;
         – El P. General, J. B. Rubeo, aprueba dicho concierto: 24.9.1570. La Santa escribe este capítulo en 1574.

2. Personas implicadas en el relato: Son numerosas. Las indicamos según el orden de mención en el capítulo:
         – Martín Ramírez, que ofrece sus bienes para la fundación, pero fallece sin poder tramitarla con la Santa.
         – Pablo Hernández, jesuita, confesor que ha sido de la Santa y ahora media entre ella y los herederos de Martín Ramírez. (En el lenguaje cifrado del epistolario teresiano se lo llama "el Padre Eterno").
         – Doña Luisa de la Cerda, dama toledana mencionada por la Santa en el cap. 9 y en Vida, c. 34.
         – Las dos carmelitas de San José de Ávila que acompañan a la Santa en la fundación: Isabel de san Pablo e Isabel de Santo Domingo.
         – Diego Ortiz, yerno del difunto Martín Ramírez, de difícil diálogo con la Santa.
         – Bartolomé de Carranza, Arzobispo de Toledo. Aludido en el relato: "En este tiempo no había Arzobispo", es decir, estaba preso.
         – D. Pedro Manrique, es tío de Casilda de Padilla, canónigo de la Catedral de Toledo, que pronto se hará jesuita (1573).
         – Gómez Tello Girón: gobierna la diócesis de Toledo en sustitución de Bartolomé de Carranza, desde 1559. Otorga a la Santa la licencia de fundación.
         – Alonso de Ávila, mercader toledano que ayuda a la Santa y con ella firma el contrato de compra de la casa.
         – Fray Martín de la Cruz, religioso francisano, de paso en Toledo, que propone a la Santa los servicios de Andrada.
         – Alonso Andrada, joven de 20/22 años, "nonada rico, sino harto pobre", que ayuda a la Santa en la búsqueda de casa para fundar. Más tarde, depondrá en el proceso que se instruye enToledo (1596) para la beatificación de la M. Teresa.

LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS

Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)