7.7.12

Capítulo 24 Fundaciones

Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D. 
Libro de las Fundaciones         
CAPÍTULO 24




Prosigue en la fundación de San José del Carmen en la ciudad de Sevilla.

1. Cuando he dicho (1)[1] que el padre maestro fray Jerónimo Gracián me fue a ver a Beas, jamás nos habíamos visto, aunque yo lo deseaba harto; escrito, sí algunas veces. Holgueme en extremo cuando supe que estaba allí, porque lo deseaba mucho por las buenas nuevas que de él me habían dado; mas muy mucho más me alegré cuando le comencé a tratar, porque, según me contentó, no me parecía le habían conocido los que me le habían loado.


2. Y como yo estaba con tanta fatiga, en viéndole, parece que me representó el Señor el bien que por él nos había de venir; y así andaba aquellos días con tan excesivo consuelo y contento, que es verdad que yo misma me espantaba de mí. Entonces aún no tenía comisión más de para la Andalucía (2)[2], que estando en Beas le envió a mandar el Nuncio que le viese, y entonces se la dio para Descalzos y Descalzas de la Provincia de Castilla. Era tanto el gozo que tenía mi espíritu, que no me hartaba de dar gracias a nuestro Señor aquellos días, ni quisiera hacer otra cosa.

3. En este tiempo trajeron la licencia para fundar en Caravaca, diferente de lo que era menester para mi propósito; y así fue menester que tornasen a enviar a la Corte, porque yo escribí a las fundadoras que en ninguna manera se fundaría si no se pedía cierta particularidad que faltaba, y así fue menester tornar a la Corte (3)[3]. A mí se me hacía mucho esperar allí tanto y queríame tornar a Castilla (4)[4]; mas como estaba allí el padre fray Jerónimo, a quien estaba ya sujeto aquel monasterio, por ser comisario de toda la Provincia de Castilla, no podía hacer nada sin su voluntad, y así lo comuniqué con él.

4. Pareciole que ida una vez, se quedaba la fundación de Caravaca, y también que sería gran servicio de Dios fundar en Sevilla, que le pareció muy fácil, porque se lo habían pedido algunas personas que podían y tenían muy bien para dar luego casa; y el Arzobispo de Sevilla (5)[5] favorecía tanto a la Orden, que tuvo creído se le haría gran servicio; y así se concertó que la priora y monjas que llevaba para Caravaca, fuese para Sevilla. Yo, aunque siempre había rehusado mucho hacer monasterio de estos en Andalucía por algunas causas (que cuando fui a Beas, si entendiera que era provincia de Andalucía, en ninguna manera fuera, y fue el engaño que la tierra aún no es del Andalucía, de creo cuatro o cinco leguas adelante comienza, mas la provincia sí) (6)[6], como vi ser aquélla la determinación del prelado, luego me rendí (que esta merced me hace nuestro Señor, de parecerme que en todo aciertan), aunque yo estaba determinada a otra fundación, y aun tenía algunas causas que tenía, bien graves, para no ir a Sevilla.

5. Luego se comenzó a aparejar para el camino, porque la calor entraba mucha, y el padre comisario apostólico, Gracián, se fue al llamado del Nuncio (7)[7], y nosotras a Sevilla con mis buenos compañeros, el Padre Julián de Ávila y Antonio Gaytán y un fraile Descalzo (8)[8]. Íbamos en carros muy cubiertas, que siempre era esta nuestra manera de caminar; y, entradas en la posada, tomábamos un aposento, bueno o malo, como le había, y a la puerta tomaba una hermana lo que habíamos menester, que aun los que iban con nosotras no entraban allá.

6. Por prisa que nos dimos, llegamos a Sevilla el jueves antes de la Santísima Trinidad (9)[9], habiendo pasado grandísimo calor en el camino; porque, aunque no se caminaba las siestas, yo os digo, hermanas, que como había dado todo el sol a los carros, que era entrar en ellos como en un purgatorio. Unas veces con pensar en el infierno, otras pareciendo se hacía algo y padecía por Dios, iban aquellas hermanas con gran contento y alegría. Porque seis que iban conmigo eran tales almas, que me parece me atreviera a ir con ellas a tierra de turcos, y que tuvieran fortaleza o, por mejor decir, se la diera nuestro Señor para padecer por Él, porque estos eran sus deseos y pláticas, muy ejercitadas en oración y mortificación, que como habían de quedar tan lejos, procuré que fuesen de las que me parecían más a propósito (10)[10]. Y todo fue menester, según se pasó de trabajos; que algunos, y los mayores, no los diré, porque podrían tocar en alguna persona.

7. Un día antes de Pascua de Espíritu Santo (11)[11] les dio Dios un trabajo harto grande, que fue darme a mí una muy recia calentura. Yo creo que sus clamores a Dios fueron bastantes para que no fuese adelante el mal; que jamás de tal manera en mi vida me ha dado calentura que no pase muy más adelante. Fue de tal suerte, que parecía tenía modorra, según iba enajenada. Ellas a echarme agua en el rostro, tan caliente del sol, que daba poco refrigerio.

8. No os dejaré de decir la mala posada que hubo para esta necesidad: fue darnos una camarilla a teja vana; ella no tenía ventana, y si se abría la puerta, toda se henchía de sol. Habéis de mirar que no es como el de Castilla por allá, sino muy más importuno. Hiciéronme echar en una cama, que yo tuviera por mejor echarme en el suelo; porque era de unas partes tan alta y de otras tan baja, que no sabía cómo poder estar, porque parecía de piedras agudas. ¡Qué cosa es la enfermedad!, que con salud todo es fácil de sufrir. En fin, tuve por mejor levantarme, y que nos fuésemos, que mejor me parecía sufrir el sol del campo, que no de aquella camarilla.

9. ¡Qué será de los pobres que están en el infierno, que no se han de mudar para siempre!, que aunque sea de trabajo a trabajo, parece es algún alivio. A mí me ha acaecido tener un dolor en una parte muy recio, y aunque me diese en otra otro tan penoso, me parece era alivio mudarse; así fue aquí. A mí ninguna pena, que me acuerde, me daba verme mala; las hermanas lo padecían harto más que yo. Fue el Señor servido que no duró más de aquel día lo muy recio.

10. Poco antes, no sé si dos días, nos acaeció otra cosa que nos puso en un poco de aprieto, pasando por un barco a Guadalquivir (12)[12]: que al tiempo del pasar los carros no era posible por donde estaba la maroma, sino que habían de torcer el río, aunque algo ayudaba la maroma, torciéndola también; mas acertó a que la dejasen los que la tenían, o no sé cómo fue, que la barca iba sin maroma ni remos con el carro. El barquero me hacía mucha más lástima verle tan fatigado, que no el peligro. Nosotras a rezar. Todos voces grandes.

11. Estaba un caballero mirándonos en un castillo que estaba cerca, y movido de lástima envió quien ayudase, que aun entonces no estaba sin maroma y tenían de ella nuestros hermanos (13)[13], poniendo todas sus fuerzas; mas la fuerza del agua los llevaba a todos de manera que daba con alguno en el suelo. Por cierto que me puso gran devoción un hijo del barquero, que nunca se me olvida: paréceme debía haber como diez u once años, que lo que aquél trabajaba de ver a su padre con pena, me hacía alabar a nuestro Señor. Mas como Su Majestad da siempre los trabajos con piedad, así fue aquí; que acertó a detenerse la barca en un arenal, y estaba hacia una parte el agua poca, y así pudo haber remedio. Tuviéramosle malo de saber salir al camino, por ser ya noche, si no nos guiara quien vino del castillo.

No pensé tratar de estas cosas, que son de poca importancia, que hubiera dicho hartas de malos sucesos de caminos. He sido importunada para alargarme más en éste.

12. Harto mayor trabajo fue para mí que los dichos lo que nos acaeció el postrer día de Pascua de Espíritu Santo (14)[14]. Dímonos mucha prisa por llegar de mañana a Córdoba para oír misa sin que nos viese nadie. Guiábannos a una iglesia que está pasada la puente, por más soledad. Ya que íbamos a pasar, no había licencia para pasar por allí carros,que la ha de dar el corregidor. De aquí a que se trajo, pasaron más de dos horas, por no estar levantados, y mucha gente que se llegaba a procurar saber quién iba ahí. De esto no se nos daba mucho, porque no podían, que iban muy cubiertos (15)[15]. Cuando ya vino la licencia, no cabían los carros por la puerta de la puente; fue menester aserrarlos, o no sé qué, en que se pasó otro rato. En fin, cuando llegamos a la iglesia, que había de decir misa el padre Julián de Ávila, estaba llena de gente; porque era la vocación del Espíritu Santo, lo que no habíamos sabido, y había gran fiesta y sermón.

13. Cuando yo esto vi, diome mucha pena, y, a mi parecer, era mejor irnos sin oír misa que entrar entre tanta baraúnda. Al padre Julián de Ávila no le pareció; y como era teólogo, hubímonos todas de llegar a su parecer; que los demás compañeros quizá siguieran el mío, y fuera más mal acertado, aunque no sé si yo me fiara de solo mi parecer. Apeámonos cerca de la iglesia, que aunque no nos podía ver nadie los rostros, porque siempre llevábamos delante de ellos velos grandes, bastaba vernos con ellos y capas blancas de sayal, como traemos, y alpargatas, para alterar a todos, y así lo fue. Aquel sobresalto me debía quitar la calentura del todo; que cierto, lo fue grande para mí y para todos (16)[16].

14. Al principio de entrar por la iglesia, se llegó a mí un hombre de bien a apartar la gente. Yo le rogué mucho nos llevase a alguna capilla. Hízolo así, y cerrola, y no nos dejó hasta tornarnos a sacar de la iglesia. Después de pocos días vino a Sevilla y dijo a un padre de nuestra Orden, que por aquella buena obra que había hecho pensaba que había Dios héchole merced que le habían proveído de una gran hacienda, o dado, de que él estaba descuidado.

Yo os digo, hijas, que aunque esto no os parecerá quizá nada, que fue para mí uno de los malos ratos que he pasado, porque el alboroto de la gente era como si entraran toros. Así no vi la hora que salir de allí de aquel lugar; aunque no le había para pasar la siesta cerca, tuvímosla debajo de una puente.

15. Llegadas a Sevilla a una casa que nos tenía alquilada el padre fray Mariano (17)[17], que estaba avisado de ello, yo pensé que estaba todo hecho; porque –como digo– era mucho lo que favorecía el Arzobispo a los Descalzos y habíame escrito algunas veces a mí mostrándome mucho amor. No bastó para dejarme de dar harto trabajo, porque lo quería Dios así. Él es muy enemigo de monasterios de monjas con pobreza, y tiene razón. Fue el daño, o por mejor decir, el provecho, para que se hiciese aquella obra; porque si antes que yo estuviera en el camino se lo dijeran, tengo por cierto no viniera en ello. Mas teniendo por certísimo el padre comisario y el padre Mariano (que también fue mi ida de grandísimo contento para él) que le hacían grandísimo servicio en mi ida, no se lo dijeron antes; y, como digo, pudiera ser mucho yerro, pensando que acertaban. Porque en los demás monasterios, lo primero que yo procuraba era la licencia del Ordinario como manda el santo Concilio (18)[18]; acá no sólo la teníamos por dada, sino, como digo, por que se le hacía gran servicio, como a la verdad lo era, y así lo entendió después; sino que ninguna fundación ha querido el Señor que se haga sin mucho trabajo mío: unos de una manera, otros de otra (19)[19].

16. Pues llegadas a la casa, que, como digo, nos tenían de alquiler, yo pensé luego tomar la posesión, como lo solía hacer, para que dijésemos oficio divino; y comenzome a poner dilaciones el padre Mariano, que era el que estaba allí, que, por no me dar pena, no me lo quería decir del todo. Mas no siendo razones bastantes, yo entendí en qué estaba la dificultad, que era en no dar licencia; y así me dijo que tuviese por bien que fuese el monasterio de renta, u otra cosa así, que no me acuerdo. En fin, me dijo que no gustaba de hacer monasterios de monjas por su licencia, ni desde que era Arzobispo jamás la había dado para ninguno, que lo había sido hartos años allí y en Córdoba, y es harto siervo de Dios; en especial de pobreza, que no la daría.

17. Esto era decir que no se hiciese el monasterio: lo uno, ser en la ciudad de Sevilla a mí se me hiciera muy de mal (20)[20], aunque lo pudiera hacer; porque en las partes que he fundado con renta es en lugares pequeños, que, o no se ha de hacer, o ha de ser así, porque no hay cómo se pueda sustentar. Lo otro, porque sola una blanca nos había sobrado del gasto del camino, sin traer cosa ninguna con nosotras, sino lo que traíamos vestido y alguna túnica y toca, y lo que venía para venir cubiertos y bien en los carros; que, para haberse de tornar los que venían con nosotras se hubo de buscar prestado: un amigo que tenía allí Antonio Gaytán le prestó de ello, y para acomodar la casa el Padre Mariano lo buscó; ni casa propia había. Así que era cosa imposible.

18. Con mucha importunidad debía ser del padre dicho, nos dejó decir misa para el día de la Santísima Trinidad (21)[21], que fue la primera, y envió a decir que ni se tañese campana, ni se pusiese, decía, sino que estaba ya puesta. Y así estuve más de quince días, que yo sé de mi determinación que si no fuera por el padre comisario y el padre Mariano, que yo me tornara con mis monjas, con harta poca pesadumbre, a Beas, para la fundación de Caravaca. Harta más tuve aquellos días, que, como tengo mala memoria, no me acuerdo, mas creo fue más de un mes; porque ya sufríase peor la ida que luego luego, por publicarse ya el monasterio. Nunca me dejó el padre Mariano escribirle, sino poco a poco le iba ablandando y con cartas de Madrid del padre comisario.

19. A mí una cosa me sosegaba para no tener mucho escrúpulo, y era haberse dicho misa con su licencia, y siempre decíamos en el coro el oficio divino. No dejaba de enviarme a visitar y a decir me vería presto, y un criado suyo envió a que dijese la primera misa; por donde veía yo claro que no parecía servía de más aquello que de tenerme con pena. Aunque la causa de tenerla yo no era por mí ni por mis monjas, sino por la que tenía el padre comisario; que, como él me había mandado ir, estaba con mucha pena y diérasela grandísima si hubiera algún desmán, y tenía hartas causas para ello.

20. En este tiempo vinieron también los padres Calzados a saber por dónde se había fundado. Yo les mostré las patentes que tenía de nuestro reverendísimo padre General (22)[22]. Ya con esto sosegaron, que si supieran lo que hacía el Arzobispo, no creo bastara; mas esto no se entendía, sino todos creían que era muy a su gusto y contento. Ya fue Dios servido que nos fue a ver. Yo le dije el agravio que nos hacía. En fin, me dijo que fuese lo que quisiese y como lo quisiese. Y desde ahí adelante, siempre nos hacía merced en todo lo que se nos ofrecía, y favor.


COMENTARIO AL CAPÍTULO 24

Fundación del Carmelo de Sevilla

El capítulo cuenta la azarosa fundación del Carmelo de Sevilla: un relato en tres tiempos:

         – Decisión de fundar en Sevilla, renunciando de momento a fundar en Caravaca;
         – Aventuras del viaje de Beas a Sevilla;
         – Y, por fin, la contrastada y provisional inauguración del Carmelo hispalense.

Sevilla es quizás la única fundación que emprende la Santa contra su voluntad: "Yo siempre había rehusado mucho hacer monasterio de éstos en Andalucía" (n. 4). Cuenta ella, no sin cierto eufemismo, cómo se avino plácidamente a la decisión de Gracián. Pero, en realidad, fue éste quien impuso su opción juvenil al criterio personal de la Santa. Ahí en Beas, seguía en espera el grupito de monjas destinadas a la fundación de Caravaca. Pues bien, cambian de rumbo y, sin demora posible, se ponen camino de Sevilla, mientras el propio Gracián adopta rumbo opuesto, camino de Madrid, para acudir "a la llamada del Nuncio".

El relato tiene desarrollo sencillo:

         – Núms. 1‑4: la decisión de fundar no en Caravaca, sino en Sevilla;
         – Núms. 5‑6: la comitiva de fundadoras: seis monjas y la M. Teresa;
         – Núms. 7‑13: peripecias del viaje, en pleno calor andaluz: mes de mayo;
         – Núms. 13‑19: llegada a Sevilla, trámites y fundación.

Aunque silenciado, en el trasfondo del relato late un hecho contrastante: a la Madre Teresa el Superior General de la Orden, J. B. Rubeo, la ha autorizado para fundar Carmelos en Castilla, no en Andalucía. Ahora, en cambio, el P. Gracián, con autoridad de Comisario Apostólico para Andalucía, le impone la decisión contraria. Y la Madre Teresa, en sumiso gesto de obediencia al segundo, se pone en camino, si bien la voz interior –su Señor– le anticipa que "os costará grandísimos trabajos".

El contrapunto jurisdiccional "Rubeo / Gracián" se agrava en ese momento por la celebración del Capítulo General de la Orden en Piacenza (mayo‑junio de 1575), en que se adoptan duras medidas contra los Descalzos. A la misma Madre Teresa le llegará ahí en Sevilla la falsa noticia de que, según dicho capítulo general, "vine apóstata y estaba descomulgada" (carta 102, 15): se lo escribe ella misma al P. General, Rubeo.

Para el viaje y la fundación elige a seis carmelitas de Beas, entre lo mejor de sus monjas, "porque seis que iban conmigo eran tales almas, que me parece me atreviera a ir con ellas a tierra de turcos, y que tuvieran fortaleza, o por mejor decir, se la diera el Señor, para padecer por Él" (n. 6).

Cuenta una de ellas –María de San José en su Libro de recreaciones–, que en el carromato "todo se pasaba riendo y componiendo romances de todos los sucesos que acontecían, de que nuestra Santa gustaba extrañamente".

Y recuerda la pausa tras la primera jornada de camino: "Aquel primer día llegamos a la siesta en una hermosa floresta, de donde apenas podíamos sacar a nuestra santa Madre. Porque con la diversidad de flores y canto de mil pajaritos, toda se deshacía en alabanzas de Dios" (ib, recreación 9a).

Siguen, en el relato de la Santa, las inverosímiles peripecias del camino, casi como una novela picaresca: el "grandísimo calor", la agobiante calentura de la Santa y su pobre refugio en una especie de pocilga –"una camarilla a teja vana, sin ventana, y si se abría la puerta, toda se henchía de sol"–, el casi naufragio en el paso del Guadalquivir, la angustiosa entrada en la ciudad de Córdoba en la fiesta de Pentecostés, las acampadas nocturnas a campo abierto o bajo las arcadas de un puente, el sosiego en la solitaria ermita de Santa Ana en Écija, o la trifulca de espadachines en la venta de Andino (o Albino), cerca ya de Sevilla...: en total, ocho días de viaje bajo el toldo de los carromatos, en compañía de los dos asiduos compañeros, Julián de Ávila y Antonio Gaytán, más el novicio carmelita Gregorio Nacianceno y el grupo de carreteros y mozos de mulas.

Habían salido de Beas el 18 de mayo y cuando llegaron a Sevilla el 26 del mismo mes, "sola una blanca nos había sobrado del gasto del camino" (n. 17), refiere ella.

Ahora en Sevilla sobrevienen dificultades absolutamente imprevistas por el grupo de fundadoras. Resulta que ni Gracián ni su compañero Ambrosio Mariano habían solicitado la licencia del prelado hispalense, don Cristóbal de Rojas, que se opone resueltamente a la fundación. Permite a la Santa y a su grupo celebrar misa en la improvisada casa que les han alquilado, pero sin toque de campanas ni exhibición alguna de su presencia religiosa, con sorpresa absoluta de la Santa, que está dispuesta a emprender el camino de regreso a Beas para iniciar la fundación de Caravaca: "Yo sé de mi determinación, que si no fuera por el padre Comisario y el padre Mariano, que yo me tornara con mis monjas, con harta poca pesadumbre, a Beas, para la fundación de Caravaca" (n.18).

"Fue más de un mes" la resistencia del Obispo, anota la Santa. "Nunca me dejó el padre Mariano escribirle, sino que poco a poco se fue ablandando" (n. 18). Ese mes coincidió con lo más duro del verano andaluz: junio/julio de 1575.

Y el relato queda en suspenso. Tendrá su desenlace en el capítulo siguiente.

Notas del Comentario

1. El episodio de Beas, relatado por Gracián:
"Quiero contar otra prueba de espíritu que aquí me acaeció con la Madre Teresa. Yo deseaba que se hiciera monasterio de monjas en Sevilla; ella deseábala en Madrid. Porque en ambas partes había comodidad, díjele lo tratase con nuestro Señor con muchas veras para que nos diese luz. Y al cabo de dos o tres días que había hecho oración sobre este caso, díjome que ya tenía respuesta clara de la manera que solía: que fuese a fundar el monasterio de Madrid. Yo le dije, con todo eso, fuese a fundar a Sevilla; y así, sin réplica ninguna, se aderezaron carros para caminar allá. Preguntele, a cabo de pocos días, si ella sabía que aquel su espíritu era verdadero –como se lo habían certificado los más graves y santos hombres de España– y ella deseaba hacer la voluntad de Dios, por qué no había replicado. Respondiome sonriéndose: ¿Él no sabe que todas las revelaciones que tengo no me hacen a mí certidumbre de fe que lo manda Dios? ¿Para qué había de replicar? Díjele que lo tornase a tratar con el Señor y veamos qué le decía. Respondiome que le había dicho: Bien hiciste en obedecer. Mejor guiaré yo por ahí los negocios de nuestra Orden, mas costaraos grandísimos trabajos" (Escolias a la vida de Santa Teresa compuesta por el P. Ribera. Roma 1582, p. 394. – Gracián lo refiere de nuevo en la Historia de las Fundaciones, MHCT III, p. 374).

2. El episodio de la Venta de Andino, relatado por Julián de Ávila:
"Llegamos a una venta adonde estaban unos hombres, los más perversos que yo he visto en mi vida. E iba allí el padre fray Gregorio Nacianceno, que le habían acabado de dar el hábito... Fueron tantas las bellaquerías que dijeron aquellos hombres al recién tomado el hábito, que ni por bien ni por mal bastaba a hacerlos callar..., hasta que el Señor permitió que entre ellos se levantase cierta cuestión, con que echando mano a las espadas unos contra otros, se salieron todos de la venta y nos dejaron en paz. A todo esto, se estuvo la Madre y sus monjas en los carros, cubiertas, que no las vieron, que si las vieran, como trataron de palabra al Padre, trataran a la santa Madre... En esta venta se padeció bastante sed, porque el calor era muy excesivo, y cada jarrito de agua muy pequeño costaba dos maravedís, y había menester cada monja muchos jarritos, de suerte que era muy más barato el vino que el agua..." (BMC 18, p. 201. – Cf otro relato similar de María de San José en el Libro de recreaciones, r. 9a).

3. "Ir a tierra de turcos" (n. 6): alude a las regiones del norte de África, mundo islámico, adonde se iba generalmente, o a la fuerza por ser cautivo de piratas mediterráneos (así, por ejemplo, ese mismo año 1575 cae cautivo en las costas catalanas Miguel de Cervantes), o por ofrecerse como mediador para redimir cautivos (como, por ejemplo, el amigo de la Santa fray Alonso de Cordobilla, de cuya gesta habla en los Conceptos c. 3, n. 8).

4. Fechas contextuales:
         – 18.5.1575: la Santa sale de Beas, camino de Sevilla;
         – 23.5.1575: llega a Córdoba;
         – 24.5.1575: pausa en la ermita de Santa Ana en Écija (Rel 39‑41);
         – 26.5.1575: la Santa llega a Sevilla;
         – mayo‑junio 1575: Capítulo General de los Carmelitas en Piacenza;
         – mayo de 1575: la Santa escribe al P. Granada, en Lisboa;
         – 18.6.1575: extensa carta de la Santa al P. Rubeo, en Piacenza;
         – 3.8.1575: el Nuncio Ormaneto confirma a Gracián como Comisario;
         – 12.8.1575: arriban a Sanlúcar los hermanos y sobrinos de la Santa, venidos de las Indias.


Notas del texto teresiano
            [1] Cf. c. 23, n. 1.
            [2] Entonces no tenía (el P. Gracián) comisión más de para la Andalucía: efectivamente, su encuentro con la Santa en Beas data de abril de 1575; y hasta el 3 de agosto del mismo año no extendió su autoridad el Nuncio Ormaneto sobre todos los Descalzos.
            [3] Cf. c. 27, n. 6.
            [4] De toda la Provincia de... Andalucía, más bien que de Castilla. La Santa incurre en un error material, pues acaba de afirmar (n. 2) que «entonces no tenía comisión más de para la Andalucía»; Beas «era Provincia (eclesiástica) de Andalucía» (cf. n. 4).
            [5] D. Cristóbal de Rojas y Sandoval, hijo del marqués de Denia (1502-1580), que había sido obispo de Oviedo, de Badajoz y de Córdoba.
            [6] El error de la Santa fue de ciertas proporciones: el P. General la había facultado para fundar en sola Castilla. Beas en lo civil pertenecía a Castilla; no en lo eclesiástico, era diócesis de Cartagena y dependía de los Prelados de Andalucía («averiguose que en cuanto a los pleitos seglares de las Chancillerías era distrito de Castilla, mas en cuanto (a) las religiones, era Provincia de Andalucía», explica Gracián en las Scholias a la Vida de Ribera, cf. El Monte Carmelo 68 (1960), p. 125. La Santa salió de su error sólo cuando el hecho estaba consumado.
            [7] Fue al llamado...: acudió al llamamiento del Nuncio.
            [8] El fraile Descalzo era el P. Gregorio Nacianceno, que ya la había acompañado desde Malagón a Beas (cf. c. 22, n. 19, nota 22).
            [9] El 26 de mayo de 1575. – Frase siguiente: No se caminaba las siestas, es decir, durante el resistero o primeras horas de la tarde.
            [10] Merecen mención de honor; eran María de San José (la famosa priora de Sevilla y Lisboa), Isabel de San Francisco, Leonor de San Gabriel, Ana de San Alberto, María del Espíritu Santo e Isabel de San Jerónimo: las cuatro primeras, Prioras en varios carmelos primitivos. – A renglón seguido: No los diré, porque podrían tocar en alguna persona: es decir, «tocar» en su nombre o en su honra, comprometerla.
            [11] 21 de mayo de 1575.
            [12] Pasaron el Guadalquivir por Espeluy.
            [13] Nuestro Hermanos: en la comitiva ha mencionado sólo un fraile descalzo, el P. Gregorio Nacianceno (cf. n. 5); a su lado estarían Julián de Ávila y Antonio Gaitán (cf. n. 5).
            [14] Este paso del Guadalquivir lo hicieron el primero o segundo día de Pascua. Cf. Rel. 40, n. 5.
            [15] Iban muy cubiertos los carros.
            [16] Me debía quitar la calentura. Recuérdese que el día anterior la había tenido fortísima, nn. 7-8.
            [17] Llegaron a Sevilla el 26 de mayo (cf. n. 6). – De la benevolencia del Arzobispo habló en el n. 4.
            [18] El Concilio de Trento, ses. 25, c. 3.
            [19] «Al decir de María de San José, la oposición del Arzobispo procedía de que sus intentos se encaminaban a que la Santa y sus hijas reformasen los monasterios de monjas existentes en Sevilla, más bien que fundar uno nuevo» (Silverio). – Cf. Libro de Recreaciones, Recr. 9.
            [20] Ser monasterio con renta... se me hiciera muy mal...
            [21] 29 de mayo de 1575. – El P. dicho es Mariano de San Benito (cf. n. 15). – El P Comisario es Gracián.
            [22] Patentes del P. General: una del 27/4/1567, mencionada en el c. 2, n. 3; y otra del 6/4/1571.

LIBRO DE FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS

--------

No hay comentarios:

Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre

Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia, Madre nuestra.
Celebración: 15 de Octubre.


Nace en Avila el 28 de marzo de 1515. Entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, el 2 de noviembre de 1535. Funda en Avila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562.

Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

La primera edición de sus obras fue el 1588 en Salamanca, preparadas por Fr. Luis de león. El 24 de abril de 1614 fue beatificada por el Papa Pablo V, y el 12 de marzo de 1622 era canonizada en San Pedro por el Papa Gregorio XV. El 10 de septiembre de 1965, Pablo VI la proclama Patrona de los Escritores Españoles.


Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de Perfección, Las Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola Doctora de la Iglesia Universal el 27 de septiembre de 1970.

Teresa es maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano.

¿Qué significa la oración para Santa Teresa?
"Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con elentendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. Y, aunque por esta vía de no poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque, si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe en cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos" (Vida 4,7).

"En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración), sin encerrar conmigo mil vanidades. Pasé así muchos años; que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración ya no era en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes" (Vida 7, 17).

"Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con su oración. ¡Cuánto más, que hay muchas más ganancias! Yo no sé por qué (pues de conversa ciones y voluntades humanas, aunque no sean muy buenas, se procuran amigos con quien descansar y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no se ha de permitir que quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y trabajos; que de todo tienen los que tienen oración" (Vida 7, 20).

Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí..., se me ofreció lo que ahora diré... que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay muchas moradas... Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?... no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo... ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no (nos) entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería qran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra?.... (1 Moradas 1,1-2)