Libro de las Fundaciones
CAPÍTULO 14
Prosigue en la fundación de la primera casa de los
descalzos carmelitas. Dice algo de la vida que allí hacían, y del provecho que comenzó
a hacer nuestro Señor en aquellos lugares, a honra y gloria de Dios.
1. Como yo tuve estas dos voluntades (1)[1],
ya me parecía no me faltaba nada. Ordenamos que el padre fray Juan de la Cruz
fuese a la casa, y lo acomodase de manera que comoquiera pudiesen entrar en
ella (2)[2];
que toda mi prisa era hasta que comenzasen, porque tenía gran temor no nos
viniese algún estorbo; y así se hizo. El padre fray Antonio ya tenía algo
allegado de lo que era menester; ayudábamosle lo que podíamos, aunque era poco.
Vino allí a Valladolid a hablarme con gran contento y díjome lo que tenía
allegado, que era harto poco; sólo de relojes iba proveído, que llevaba cinco,
que me cayó en harta gracia. Díjome que para tener las horas concertadas, que
no quería ir desapercibido; creo aún no tenía en qué dormir.