Revisión del texto, notas y comentario: Tomás Álvarez, O.C.D.
SANTA TERESA DE JESÚS
EL CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS
MORADAS
EPÍLOGO
CARTA DE ENVÍO
Jhs.
1.
Aunque cuando comencé a escribir esto que aquí va fue con la contradicción que
al principio digo (1)[1],
después de acabado me ha dado mucho contento y doy por bien empleado el trabajo,
aunque confieso que ha sido harto poco. Considerando el mucho encerramiento y
pocas cosas de entretenimiento que tenéis, mis hermanas, y no casas tan
bastantes como conviene en algunos monasterios de los vuestros, me parece os
será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de las
superioras podéis entrar y pasearos por él a cualquier hora.
2.
Verdad es que no en todas las moradas podréis entrar por vuestras fuerzas, aunque
os parezca las tenéis grandes, si no os mete el mismo Señor del castillo. Por
eso os aviso, que ninguna fuerza pongáis, si hallareis resistencia alguna, porque
lo enojaréis de manera que nunca os deje entrar en ellas (2)[2].
Es muy amigo de humildad. Con teneros por tales que no merecéis aún entrar en
las terceras, le ganaréis más presto la voluntad para llegar a las quintas; y
de tal manera le podéis servir desde allí, continuando a ir muchas veces a
ellas, que os meta en la misma morada que tiene para Sí, de donde no salgáis
más, si no fuereis llamada de la priora cuya voluntad quiere tanto este gran
Señor que cumpláis como la suya misma; y aunque mucho estéis fuera por su
mandado, siempre cuando tornareis, os tendrá la puerta abierta. Una vez
mostradas a gozar de este castillo, en todas las cosas hallaréis descanso, aunque
sean de mucho trabajo, con esperanza de tornar a él, y que no os lo puede
quitar nadie.